Votar a Podemos. O sobre acequias y dinosaurios.

Este domingo muchas personas acudirán a los colegios a depositar unos sobres cerrados en esos buzones de sugerencias que sacan cada cuatro años. Al menos, eso ha sido lo que ha pasado durante las últimas décadas ¿no?

Unos señores muy bien vestidos y muy preparados nos dicen que su proyecto es el mejor para la mayoría. Apelarán a la clase media. Apelarán al Estado de Bienestar. Apelarán a unos símbolos, que ya no significan prácticamente nada.

Pero hace ya unos años que nos dimos cuenta de que el rey (y estos señores, símbolos, el Estado de Bienestar y hasta la clase media) estaba desnudo. Tras la confusión, unos cuantos pirados empezaron a salir a las calles. A decir que esto no les gustaba. Y la gran mayoría de nosotros coincidimos con ellos. Esto no nos gusta.

Lo que lo cambió todo fue el momento en el que la indignación se hizo verbo. Cuando se pasó del “que no nos representan” al “Sí se puede”. Cuando ya no pedíamos que cambiaran lo que se nos ofrecía, sino cuando se exigía que se aceptaran las demandas que brotaban como la planta de las habas mágicas de las plazas, calles y casas.

Lo que se desencadenó después todos lo conocemos. Se pararon desahucios, se pararon privatizaciones, se echó a ministros, se metió a corruptos en la cárcel, corrieron mareas y mareas que cubrían a todos esos reyes desnudos. ¿Un “se” impersonal? No, un “se” muy personal, un “se” colectivo e inabarcable. Un se puede.

En resumen, se demostró el poder de lo común. Nos enfrentamos al sentimiento de individualismo inyectado intramuscularmente. Se comenzó a usar aquella “Libertad®” para juntarnos a hablar con el vecino, con el amigo, con el familiar y con el compañero, en vez de para competir con ellos por el mejor trabajo, el mejor coche y el mejor futuro. Porque nos dimos cuenta de que el tablero estaba inclinado. ¿Alguna vez habéis intentado salir de una acequia peleándoos contra alguien cuando estáis con el agua hasta el cuello? No es buena idea, ¿verdad?

Quienes dominan el tablero nos quieren separados, peleados, sin tiempo ni ganas para conversar, pensar en nuestra situación ni llegar a conclusiones. Sin tiempo para hacer política, vamos. Frente a ello, como acto de la más profunda rebeldía, en este país comenzamos a descubrir qué ocurría en la casa del vecino. Y nos dimos cuenta de que esa orden de desahucio, esa carta de corte de luz, esos niños que se quedaban todos los días en el comedor escolar para tener una alimentación completa, no eran consecuencias indiscutibles de decisiones personales. Miramos hacia arriba y vimos el desnivel. Dejamos de mirar con recelo hacia los lados y vislumbramos a aquellos que nos inyectaban ese individualismo.

Se formó un nuevo partido que recogía muchas de las demandas de las calles. Democracia, soberanía, acabar con los recortes y la austeridad, definir un nuevo modelo de sociedad y de desarrollo, acabar con las desigualdades (de género, económicas, sociales, territoriales), volver a creer en un proyecto común, al fin y al cabo. Lo que pasó en los meses posteriores todos lo conocemos. Parece paradójico, pero cuando algunas demandas políticas de la sociedad se hicieron partido, se intentó terminar con la discusión política. Los debates eran sobre aspectos concretos, “casos” que aparecía y desaparecían con las cuotas de audiencia (y telefonazos de los accionistas), apoyos y rechazos… espectáculo, en resumen.

Pero al despertar, el dinosaurio seguía ahí. Parece que nos hemos olvidado de que lo que tenemos al lado es un dinosaurio, no una lagartija a la que podemos pisarle la cola para que huya mientras la mostramos como trofeo.

Podría hablar de programa, podría hablar de propuestas, podría hablar de equipo, podría hablar también de garantías, ya que en Podemos no nos hemos quedado dormidos y el proyecto de país que se presenta es algo espectacular. Pero hoy no lo voy a hacer. Hoy quiero hablar de anhelos.

No debemos olvidarnos de por qué hemos llegado hasta aquí. No debemos olvidar que el tablero está inclinado, y que compitiendo entre iguales nunca vamos a conseguir salir de esta acequia en la que estamos. Tal vez nos prometan abrir “tajaderas” y que baje un poco el nivel del agua, lo están haciendo de hecho, claro que lo están haciendo. Nos prometen propuestas “para” la mayoría; pero las preposiciones, como los niños y los borrachos, siempre dicen la verdad. Ya no queremos proyectos y propuestas “para”, sino por y para”. No queremos que el rey de cubra sus vergüenzas, queremos que a nuestros vecinos, amigos, familiares y compañeros no les falte la ropa, la comida, el calor y una mano siempre dispuesta a estirar. Queremos afrontar el futuro con cooperación y solidaridad.

Anhelamos un mar libre y ancho, por eso hemos empezado a recoger madera y a trazar los planos. Ahora está en tu mano empujar el barco hasta la costa. Y en la costa nos encontraremos con el dinosaurio, que todavía está ahí.

Regálate un voto por navidad. Podemos.

Martín Lallana

“[…]

cantamos porque creemos en la gente

y porque venceremos la derrota.

[…]
cantamos porque llueve sobre el surco

y somos militantes de la vida.”

“Porque cantamos” – Mario Benedetti-

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