Carrere. Limonov. Edichka. Un Bolchevique En Nueva York.

Muchos lectores españoles descubrimos en 2013 dos cosas bien importantes. La primera, que Emmanuel Carrere era un autor muy muy grande. La segunda, que Eduard Limonov era un personaje muy muy grande. Carrere es un escritor y guionista francés cuya consideración general no deja de crecer y crecer. En el pasado escribía ficción (dos de ellas, “Una semana en la nieve” y “El bigote”, muy oportunamente reeditadas por Anagrama hace escasos meses) pero ahora prefiere la realidad.

Antes de “Limonov” ya había hecho brillantes incursiones en el género. En “El adversario” desgranaba la delirante historia de Jean Claude Romand, un mentiroso patológico que, en 1993, saltó a las portadas de todos los periódicos después de haber asesinado a su esposa, su hijo de siete años y su hija de cinco, y también a sus ancianos padres. Durante años Romand hizo creer a todo el mundo que era médico y que trabajaba en la OMS en Ginebra. En realidad ni siquiera había terminado la carrera de medicina y carecía de ocupación. Cada mañana salía de su casa y mataba el tiempo deambulando por parques, bosques solitarios o aparcamientos de gasolineras. Durante años vivió como la persona que no era sin que nadie, increíblemente, lograra darse cuenta del engaño. Cuando el cerco comenzó a estrecharse en torno a su mentira existencial, lo único que se le ocurrió fue llevarse por delante a todos sus seres queridos. Tras los crímenes, visitó a su amante y luego quemó su casa, con él dentro, después de haberse atiborrado de barbitúricos. Fue el único de toda su familia que logró sobrevivir a su locura. En 2015 puede salir libre de la cárcel si un juez se aviene a revisar su condena.

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Con “Limonov” Carrere dio un importante salto cualitativo. Aclamado por la crítica, compartido, regalado, recomendado por sus miles de lectores, se ha convertido casi en un fenómeno viral. El relato de los últimos setenta años de la historia de Rusia en la piel de un descastado. Otra vez evita Carrere la ficción. ¿Para qué molestarse en inventar si ahí afuera hay tipos tan inabarcables como Eduard Limonov esperando a que alguien los convierta en literatura? Nacido en provincias, en plena guerra patriótica, hijo de un oficial de bajo rango del KGB, Eduard Veniamínovich Savenko quiso desde muy pequeño destacar. Poeta incomprendido, escritor superdotado, perro apaelado, follador impenitente, rebelde sin causa en la patria de los trabajadores, Limonov intenta sobreponerse a su gris destino de paria en el país que parecía haber acabado con las castas. Rodeado de perdedores, delincuentes y marginados nunca alcanzará la gloria literaria ni la consideración que sí alcanzarán otros figurones de la escena cultural soviética, como su denostado Joseph Brodsky. Emigrado a Nueva York en los setenta, arrastró su descontento por la ciudad que nunca duerme y en la que él se dedicó a caminar sin rumbo, comer sopas de col fermentada en sucias habitaciones de hotel, copular con afroamericanos en descampados frecuentados por las ratas y  pasear su obsesivo desamor por las avenidas atestadas de felices ciudadanos del primer mundo.

El fruto de aquella aventura fallida es “Soy yo, Edichka”, una espléndida novela hasta ahora inédita en España publicada hace apenas un trimestre por Marbot Ediciones para regocijo de todos los limonovianos. Leer “a” Limonov resulta tan gratificante como leer “sobre” Limonov. Si el relato de Carrere sobre Limonov consigue despertar en el lector un interés desmedido por el primer poeta del underground ruso, el relato de Limonov sobre si mismo consigue convencernos de que no es solo su vida agitada y su esforzada búsqueda de un destino siempre esquivo lo que nos atrae de él. “Soy yo, Edichka” apesta a vodka barato y a bilis reconcentrada, a semen solidificado y a caviar. Nos recuerda a Bukowski y a Holden Caulfield, a Lenin y a Coco Chanel. Pero sobre todo rezuma una contagiosa energía narrativa que hace de su lectura un intenso y persistente placer. En realidad, nada que antes Carrere no nos hubiera prometido, nada que los lectores no esperáramos encontrar.

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Tras Nueva York, Limonov vivió bastantes años en Francia, tradicional parada y fonda para el exilio ruso, donde escribió poemas, novelas y artículos en prensa, alcanzando cierta notoriedad. La caída del muro le arrojó de nuevo en los brazos de la madre Rusia no sin antes haber saludado a Radovan Karadjic en las colinas de Sarajevo, donde, inoportunamente, la BBC le grabó mientras practicaba el tiro al blanco con los bosnios. A su larga militancia literaria se unió su nueva vocación política. En 1992 fundó el Partido Nacional Bolchevique, una extraña mezcla de nacionalismo eslavo y comunismo, de tradicionalismo derechista y vanguardia del proletariado, convirtiéndose, junto a Kasparov, en uno de los principales enemigos de Vladimir Putin. A consecuencia de ello Putin ilegalizó el partido “Nasbol” en 2007 y puso a Limonov entre rejas. Hoy, gracias a Carrere, Eduard, “Edichka”, Limonov es un personaje conocido en medio mundo y, gracias a si mismo, un escritor descomunal que los lectores españoles empezamos a valorar como se merece. No se pierdan a ninguno de los dos.

Jesús Cirac

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