También las huertas que rodean Caspe fueron objetivo de la aviación fascista durante la guerra civil. Numerosas torres estaban habitadas por aquel entonces durante todo el año. La guerra, además, había llevado a muchas familias caspolinas a buscar refugio lejos del casco urbano. La huerta, con su hábitat disperso, sus árboles y sus accidentes naturales parecía un lugar menos propicio a recibir las descargas de metralla con las que las patrullas italianas y alemanas acostumbraban a rociar la retaguardia republicana.
Pero también las huertas fueron consideradas objetivos militares y fueron muchas las bombas que cayeron en los alrededores de Caspe, allí donde muchos vecinos creían encontrarse a salvo. Hubo, pues, que improvisar medios de defensa.
Todavía hoy, en una torre ubicada en la partida de la Rigüela, a escasos dos kilómetros del casco urbano de Caspe, podemos encontrar los restos del refugio antiaéreo que sus moradores excavaron en la roca sobre la que está cimentada. Hoy no resulta practicable porque, años después de la guerra, sus propietarios decidieron sanear aquel espacio demasiado expuesto a las humedades tapiando sus accesos. A pesar de todo, resulta inquietante pensar que aquella boca ciega abierta en la pared de un viejo almacén fue un día el espacio que los viejos habitantes de la casa habilitaron con sus propias manos para escapar de una muerte que resultó inevitable para decenas de sus vecinos.
