Desde mi ignorancia: Que sí, Que no (a propósito de la consulta independentista)

Para dar clases hace falta ser maestro y yo, ni lo soy, ni lo seré al paso que voy.  Así que no soy quien para enseñar nada.  Solo soy, como tú, como usted, uno mas que puede dar su opinión.  Que se atreve en ocasiones.  Que le encanta discutir y que le encanta aprender.  Porque de todo se aprende si uno tiene voluntad.  Y aprender es hacerse mas rico, no necesariamente cambiar de opinión.

Y aquí comienzan una serie de opiniones de aparición aleatoria y sobre temas dispares, que acudan a mi mente sobre la marcha y sobre los que no me dispongo a sentar cátedra.  Quizá discordia, pero no vengan aquí a copiar y pegar para sus trabajos de instituto o posgrado o pos lo que sea.  Porque el rigor de mis conocimientos acostumbra a ser indemostrable.

Mi única intención es aprovechar esta ventana.  Este pequeño altavoz.  No hay, repito, ninguna intención informativa.  En todo caso, diciéndolo clarito, puede ser el sitio por donde sacar mi conocida mala leche.

DESDE MI IGNORANCIA (I) : QUE SÍ, QUE NO

Este miércoles 23 se presenta en la Generalitat de nuestros vecinos catalanes un demoledor trabajo de tres páginas sobre la soberanía catalana.  Intentaré que mi columna de hoy sea mas breve.  No quisiera ni hacerme pesado ni dármelas de erudito/pedante.

Comenzaré por el final para limpiar sus mentes de prejuicios: me da exactamente igual el tema de la votación independentista y su resultado.  Con sinceridad.  Si tuviese alguna opinión, hoy, desde luego, no la voy a exponer.

Quedando claro esto, vamos allá:

Observo con muchísima sorpresa y gran dosis de humor, que no risa, la espiral independentista en la que se han metido nuestros vecinos catalanes encabezados por Artur Mas.

La sorpresa y el humor se mezclan con una indignación extrema al comprobar que su exigencia no es la independencia en sí, no.  Pues esa palabra es digna del demonio, ¡Por Dios!  Su máxima exigencia es el derecho a consulta, el poder decidir, el hecho de que el pueblo catalán pueda opinar.  Y le enfada que no le dejen.

Pues bien.  A mí lo que me enfada es el hecho de que quiera preguntar.  De que quiera preguntar por la independencia.  Única y exclusivamente por la independencia.

España es un país que permite la consulta a los ciudadanos como, supongo, la inmensa mayoría de las democracias mundiales.  En cualquier momento se nos puede organizar un referendum sobre cualquier asunto.  Pongamos por caso asuntos banales que nunca han generado controversia entre los grupos políticos como, qué diría yo… el aborto, por ejemplo, o la educación.  O qué sé yo… la legislación laboral, las jubilaciones y sus años cotizados…  No sé.  Así a bote pronto parece que existen un puñado de temas en los que nuestros dirigentes dan la sensación de no ponerse de acuerdo, aunque solo sea por el color de su chaqueta.  Temas que bien podrían habernos consultado y que no lo hicieron.  Bien por creerse dueños de nuestra opinión de antemano, bien por miedo a nuestra democrática respuesta.  Imaginen una pregunta sobre la actual jubilación de nuestros políticos tras siete años cotizados (si la memoria no me falla, con once años ya cobran el cien por cien) o sobre el hecho de cobrar dos veces por parte de la administración, con el empleo que eso destruye…  Bueno, no imaginen esa pregunta.  Imaginen la respuesta y ya sabrán por qué no se realiza la pregunta.

La impresión que uno tiene desde fuera es que nuestros políticos toman las decisiones motivados o como consecuencia de tres características: la ignorancia, el provecho o el miedo.  Esto último parece el motivo de que no se nos pregunte.
Yo no pretendo que se consulte todo, ni mucho menos.  El gobierno está formado por personas mayores que ya han volado del nido y son capaces de tomar determinadas decisiones.  Ahora bien, en más de treinta años, aquí solo se han atrevido con la entrada en la OTAN.  Yo mismo, tengo treinta y ocho años y solo he podido votar electoralmente  (y a listas cerradas salpicadas de imputados, pero eso es harina de otro costal.  O del mismo, muy probablemente)  Y ya no nos han preguntado por nada más, a pesar de evidentes muestras puntuales de disconformidad con las decisiones previstas y tomadas por el gobierno.  Véase invasión de Irak.

Nunca han querido saber nuestra opinión.  Y esta vez no pueden decir que nadie mas lo hace.  Porque existen otros países, que en una escala ficticia nunca se encontrarían por debajo nuestro, que sí se interesan por la opinión de sus ciudadanos.  Quizá porque saben que tienen ciudadanos y no súbditos.  Países, iba diciendo, como EEUU.  No sé si es el ejemplo mas adecuado.  Ya saben que EEUU solo es un espejo en el que fijarse dependiendo de donde sople el viento.  En sus últimas elecciones, aprovecharon e hicieron una barbaridad de preguntas.  178 tan solo.  Cincuenta de ellas originadas en el pueblo.  Un par de estados planteó once preguntas.  Cosas como el consumo de marihuana, subidas de impuestos o funcionamiento del sistema judicial.  Están locos estos americanos.
http://www.lne.es/especiales/elecciones-eeuu/2012/11/consultas-votan-elecciones-eeuu-n109_30_2480.html
Pero no acaba ahí la cosa, porque sin tirar de wikipedia ni medios externos, sé que lugares como Holanda han llegado a plantear unas cien consultas en los últimos veinte años.  Están locos estos holandeses.

Por eso me enerva que ahora que se les ha ocurrido saber nuestra opinión (bueno, a mí no, a mis vecinos), lo hacen a favor del viento.  Sobre la independencia, al amparo de una multitudinaria manifestación.  Manifestación que también tuvo un dato curioso: desde que tengo uso de razón, es la primera vez en la que la cifra de participantes según la organización y el gobierno se aproximan peligrosamente.  ¿Por fín ha entrado gente al gobierno que sabe contar?  Estamos salvados pues.  Con lo bonitas que eran aquellas marchas en contra del trasvase y su recuento posterior: 30.000 contra 400.000.  ¡Qué tiempos!  Mi próxima manifestación la organizaré en Barcelona, sí señor.  A ver si así gano.

Por eso me enerva que solo se les ocurra consultarnos sobre la independencia, lo llamen como lo llamen.  ¿No han tenido nunca antes nada sobre lo que preguntarnos?  ¿No se le ocurrió al Sr. Mas preguntar a su pueblo sobre las áreas a recortar? ¿Sobre los límites, por arriba, de sus sueldos?  ¿Sobre el tripago farmacéutico?  Y no solo Cataluña.  España entera.  Pregúntenme por la educación y dejen de reformarla cada legislatura (siete veces ya en democracia si las cuentas no me fallan)  Pregúntenme por el aborto.  Por la ya nombrada jubilación.  Por el rescate a los bancos.  No me preguntan, pero a mí me va a costar mil euros ese rescate.  Lo sacarán de donde sea, pero me costará mil euros ese rescate.  ¿Por qué no preguntan si dejar caer algún banco y que sus directivos cobren del FOGASA las indemnizaciones como cada hijo de vecino?  Pregúntenme por el IBI de la iglesia.  Por la memoria histórica.  Por si quiero seguir en el euro.  Por las áreas a recortar.  Por el matrimonio homosexual.  Pregúntenme y yo les diré que sí, que no.  Que si, que no.

Pero, ¿han tenido mil cosas importantes para preguntar y lo hacen ahora sobre la independencia porque se creen ganadores por mayoría aplastante?  Vamos, hombre, ¡por favor!  Si nunca nos han tenido en cuenta para tomar decisiones, ¿a qué cuento viene ahora que nos consulten?  Eso es lo que a uno le deja con la mosca detrás de la oreja.  Este repentino interés por la ciudadanía.  En un país que, paulatinamente, dejó de interesarse por nosotros.  Un país que necesita quinientas mil firmas en papel para que tiren a las primeras de cambio una iniciativa popular.  Nada que ver con EEUU, donde se comprometen a estudiar cualquier propuesta que recoja 25000 firmas en su página web.  Ya ven, salimos ganando en todas las comparaciones: número de habitantes del país, número de firmas y consumo ecológico de la propuesta.  Y allí hacen cosas tan extrañas como contestar al pueblo.  Incluso si este le pide que construya la Estrella de la Muerte (doy por sentado que ustedes han visto la Guerra de las Galaxias).  Y contestaron.

Está claro que ni tanto ni tan poco.

Este es un buen tema para usar las propiedades de Word.  Busquen la palabra independencia en este artículo y sustitúyanla por soberanía.  Eso dicen.  Que ya saben que los políticos de sinónimos saben un rato largo.  Y los que valen son los suyos, no los nuestros.
En cuanto al texto de independencia, de tres folios, ahora resulta que para contentar a los demás, le van quitando conceptos.  A este paso, si usan la opción de «ajustar a» podrán entregarlo en una página.

Por cierto.  He dicho al principio que eso de la independencia me da exactamente igual.  Es mentira.  O no es del todo cierto.  Hay una cosa que no me deja dormir.  Y es que, presumiblemente, sin pedir mi opinión, cuando salga que sí y se cree un país nuevo, los catalanes serán quienes quieran poner los límites.  Solo me gustaría que no les dejen coger el rotulador de dibujar fronteras.

Daniel Baquer

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