Qué actividad la del Ministerio de Educación. El proyecto de reforma de la enseñanza secundaria, el desmontaje de la ‘Educación para la Ciudadanía’, la brutal subida de las tasas universitarias y la defensa de los draconianos recortes de Rajoy en materia educativa. En tan solo nueve meses, el ministro Wert acumula ya una huelga de todo el sector educativo, un plante de los rectores y un récord de profesores interinos en la calle y de centros públicos cerrados.

La última perla es el anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Enseñanza (LOMCE). Mucha punta se puede sacar de él, pero aquí me centraré en algo que hasta ahora ha pasado desapercibido. Según su artículo 25, la historia deja de ser materia obligatoria en 4º de la ESO. Desaparece del itinerario curricular de quienes opten por dirigirse hacia la Formación Profesional, y se queda en optativa (a escoger entre ella o Física y Química) para los que opten por el destinado al Bachillerato. No es cuestión baladí, porque en los tres cursos previos de ESO se estudia Geografía y la Historia pero esta última solo hasta el siglo XVIII. Si el anteproyecto prospera, la mayoría de los alumnos estudiarán la Prehistoria y la Edad Media pero no la Edad Contemporánea. Promociones enteras de jóvenes culminarán su formación obligatoria y se incorporarán a la vida laboral, social y política sin haber desarrollado aprendizaje alguno de las raíces próximas de su sociedad, de la historia que ha configurado el mundo en el que viven.

Quizá es justo eso lo que alguien busca. Los gabinetes de Aznar dedicaron muchas energías a llevar a la enseñanza una historia que insistía en el “tronco común” unitario de la nación. Luego, en la oposición contra Zapatero, el PP de Rajoy fue implacable con la “memoria histórica”. Ahora, por si esa batalla por la memoria la pierden, se opta por minimizar riesgos. La historia reciente, mejor no menealla, no sea que los futuros ciudadanos sepan de revoluciones, repúblicas, guerras y fascismos. No sea que intuyan que de la historia queda hoy mucho de lo que creíamos pasado, y no lo mejor, y que el presente no da para muchas celebraciones y no es ni el mejor ni el único posible.

 José Luis Ledesma

 

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