Aunque por lo general tenemos la idea de que los banquetes en la Edad Media eran festejos toscos, con gente comiendo con las manos enormes trozos de carne sobre la madera desnuda, lo cierto es que un banquete del siglo XV se aleja por completo de esa idea, pues contenía los mismos ingredientes de lujo, ostentación y detalles en el menú que en  la propia ropa de los asistentes.

Festín de Baltasar, Biblia de Alba, 1422-1433
Festín de Baltasar, Biblia de Alba, 1422-1433

Fijémonos primero en esa ropa. Lo primero que nos llama la atención en esta pintura, es que casi todos los presentes van con la cabeza cubierta. Algunos tocados de los nobles de la derecha son realmente asombrosos. Y observamos que la vestimenta de todos es enormemente rebuscada y confeccionada con metros y metros de tela. Las mangas son amplísimas, hasta las de los que sirven las mesas; todas las túnicas son hopalandas (1), incluso advertimos que esos simples sirvientes muestran varias capas de ropa, bordeada de piel en algunos casos. Podemos imaginar sin mucho esfuerzo que estaba hecha de buena lana bien teñida, y que probablemente hubiera algún terciopelo. Los sirvientes que ocupan la parte central, los de más categoría, pues sirven a los reyes, llevan calzas de suela, una calza de cada color. Y de colores caros (2), en el caso del barbado mayordomo.

Más detalles. Prácticamente cada invitado tiene un sirviente atendiéndole. Y con esto pasamos a fijarnos en el banquete en sí. Olvidada la idea de que en la Edad Media no había manteles, imaginamos un poco más y vemos en los recuadros un trabajo de telar o de margomadura (3), más que una tela coloreada. He llegado a pensar que podría tratarse de una vainica al estilo del calado que se hace aún hoy en Canarias.

Nos damos cuenta de que las mesas están ocupadas según un rígido protocolo, la realeza a un lado y los nobles al otro. La vajilla es de oro, aunque la plata era más frecuente (4). No hay cubiertos, en una mesa elegante se come con las manos. La mesa frontal es la dedicada a trinchar la carne. Esto es importante para modificar la idea que tenemos del banquete medieval. Los grandes asados con lujosa presentación, hasta con la propia piel emplumada de las aves cubriendo la carne ya elaborada, sí que eran parte del festín, pero la forma de comerlos era tremendamente delicada. Los trozos debían ser pequeños, que se pudieran tomar con sólo tres dedos, que es lo que exigían los buenos modales. Los trinchadores los colocaban en pequeñas fuentes que podían ser individuales o compartidas por dos invitados. Unas salsas exquisitas, con especias refinadas (5), hierbas aromáticas y sabores contrastados, eran acompañamiento imprescindible para los asados y el pescado. Y pieza fundamental en la mesa eran las fuentes con agua perfumada. En estas fuentes era obligado enjuagarse al cambiar de alimento, y también al llevarse la copa a la boca para beber. Todas y cada una de las veces que se bebía.

Asar y hornear eran los procedimientos más utilizados para procesar los alimentos. Las ensaladas no existían, ¿quién iba a comer algo tan poco elaborado?, y los caldos con verdura era propios de la gente humilde. Las verduras se tomaban acompañando a carnes o pescados en pasteles y empanadas. Las frutas también se encontraban exclusivamente formando parte de tartas y pasteles, los postres exhibiendo del mismo modo una enorme variedad de sabores. De cada tipo de alimento se presentaban varios platos; se solía comer primero el pescado y los huevos, luego las aves y al final los animales grandes, ganado o caza mayor. No faltaban los quesos de mil clases. La comida se prolongaba, pues no era de buen gusto mostrar hambre o prisa por acabar (6).

La bebida también se prodigaba en elaboración y lujo. Las cervezas eran bastante variadas; los vinos se mezclaban entre sí y con hierbas y especias (7); y los licores, entre los que se encontraba el famoso hidromiel (8), acompañaban igualmente las comidas.

Este gusto por los placeres de la buena comida, buena bebida y buenas ropas, nos habla de reinos prósperos y pujantes burguesías. No falta más que un siglo para que se forme un imperio.

María Teresa de la Hoz Ortega (Guacimar)

Notas:

1. La hopalanda es una vestidura amplia y flotante

2. El negro era un color especialmente caro. Igualmente lo era el rojo brillante, conocido como púrpura.

3. La margomadura es un bordado medieval. Se ven ejemplos en las Cantigas de Alfonso X.

4. A diario, la vajilla era de peltre, alfarería o madera.

5. Las especias más apreciadas y utilizadas eran la canela, el clavo y la pimienta. Se empleaban lo mismo para dulces que para salados.

6. A diario se solían hacer dos comidas: la primera al comenzar el día, rápida y sencilla. Y al acabar el día, la cena, más elaborada, pero lógicamente, no tanto como un banquete.

7. El hipocrás es un ejemplo. Se mezclaba vino tinto y vino blanco, junto con canela, clavo y hierbas.

8. Miel fermentada.

 

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