Caspe,18 de octubre de 1937. Se cumplen 75 años del bombardeo más sangriento (II)

            Los bombardeos aéreos y la participación de los aviones durante la Guerra Civil española fueron mucho más importantes de lo que habitualmente se ha reflejado en los libros y en la transmisión oral. Sin lugar a dudas, la aviación fue clave en la victoria franquista en la guerra y la relevancia de la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista destacó sobremanera en este apartado y por ello en el resultado final de la contienda.

            Los primeros bombardeos de julio de 1936 en nada se parecieron a los que ya tuvieron lugar a partir de la primavera del año siguiente. En Aragón ese cambio de potencia de fuego y de capacidad de destrucción no se manifestó hasta el verano de 1937 en las campañas de Huesca y ya sobre todo en la conocida como batalla de Belchite de agosto y septiembre.

            El bombardeo que tuvo lugar en Caspe  el primero de mayo se debió a unas circunstancias muy concretas y nada tenían que ver con la marcha de la guerra y de la situación en el frente de batalla. Ni tan siquiera tenía que ver con la previsión futura de lo que podría suceder en un horizonte inmediato. Pero todo cambió a partir de octubre de 1937.

            En esas fechas se estaba completando la guerra en el norte. Desde la ofensiva iniciada en el mes de marzo, habían ido cayendo en manos del bando rebelde todo el País Vasco, Santander y casi toda Asturias. Cuando el 21 de octubre las tropas entraran en Gijón, todo el norte republicano habría dejado de existir. El Estado Mayor de Franco no iba a dejar pasar la gran oportunidad que se le presentaba: sus mejores tropas y más experimentadas, el Ejército del Norte, las Divisiones de Galicia y de Navarra entre ellas, quedaban sin misión, se les podía destinar a otro frente.

            Ya a principios del mes de junio se habían terminado diferentes planes de ataque por el norte y sur del río Ebro para avanzar por el frente aragonés y poder alcanzar el mar Mediterráneo separando así a Cataluña del resto de la zona republicana. Y uno de esos planes fue el que se iba a iniciar en cuanto se concluyera en el norte. Las instrucciones para ese ataque se empezaron a dar el día 7 de octubre y se irían prolongando y concretando días después. Entre ellas se detallaban las misiones que tendrían que ir cumpliendo los aviones, tanto los alemanes como los italianos y españoles. Serían los primeros en entrar en acción para ir preparando la ofensiva terrestre. Esas misiones tenían que iniciarse de forma inmediata.

            Y es en estas instrucciones donde se detallan los objetivos de la aviación y es allí donde se especifican los bombardeos de Alcañiz y de Caspe, entre otros muchos. Sin terminar por completo la toma de Asturias, los aviones franquistas iniciaron los ataques a los nuevos objetivos en tierras aragonesas que continuarían hasta los últimos días de noviembre cuando inexplicablemente y en contra del parecer de sus generales y de sus aliados alemanes e italianos, Franco decidió cambiar sus planes y lanzarse de nuevo a la conquista de Madrid. La posterior ofensiva del Ejército Popular de la República sobre Teruel le impediría realizar su propósito y tras la toma de la capital turolense, se decidiría definitivamente a retomar el avance hacia el mar desde el frente aragonés.

            Como podemos ver, el bombardeo de Caspe del día 18 de octubre de 1937, como el del día 23 de noviembre, en nada se parecía en cuanto a las circunstancias del sufrido en mayo anterior. Ahora había un plan de ataque, unos objetivos que se enmarcaban en el conjunto de las operaciones que deberían llevarse a cabo con anterioridad al inicio de la gran ofensiva terrestre. También sería diferente a los del mes de marzo del año siguiente. En este caso, el bombardeo de Caspe entraba dentro de la lógica militar, la de allanar el terreno a las tropas de tierra que atacarían en días posteriores.

 Y ahora, en una campaña verdaderamente militar, hubiera sido entendible el bombardeo y la destrucción de objetivos militares: concentración de tropas, comunicaciones, polvorines, armas, artillería, campos de aviación, y hasta los almacenes de suministros. Pero si leemos el parte, no fue exactamente esta la instrucción que se dio a los bombardeos.

            Entre los objetivos que se planteaba la misión de la aviación que se elaboró durante el mes de octubre estaba la destrucción de estos objetivos, pero también la de desmoralizar a la población civil, la de intentar que todos odiaran la guerra y desearan que terminara pronto. La de meter el miedo en sus cuerpos a base de sufrimiento. Este era uno de los objetivos de la orden que firmaba el general Alfredo Kindelán, jefe de la aviación franquista.

            Y cuando leemos el parte donde se especifica el objetivo de la escuadrilla de la aviación italiana que tenía que bombardear ese día en la zona, no admite lugar a error:

“Abitado de  Caspe y depósito militar”. No pone afueras de Caspe. No especifica el depósito militar únicamente. Dice abitado, donde viven las personas. Se manda bombardear a las personas que se encuentran en Caspe. Y sé que me repito, pero cuando se manda matar a las personas sin relación alguna con los asuntos militares, cuando se hace de forma premeditada y sabiendo que se va a matar a inocentes, a ese acto, se le llama asesinato. Y se mandó asesinar en Caspe y se cumplió la orden. Luego se asesinó.

            Según el registro civil de Caspe, once fueron las personas asesinadas ese día, pero desconocemos el número de heridos, que siempre es notablemente superior.

BLAS SAMPER, GINER, de 27 años; SABATER MARQUÉS, JOSÉ, de 24; ROBLE ROBLE, JOSÉ de 30;VIDAL CODÍN, CÁNDIDA de 61; FRANCÉS GARCÍA, GREGORIO de 10; CRESPO BORRAZ, JUAN de 75; CATALÁN VICENTE, ANDRESA de 50; CLAVERO PINA, JOSEFA, de 69 ; BORRUEY CENTOL, JESÚS, de 13; SANZ LONGÁS, MANUEL de 13 y RICO CASARES, FERMINA de 51 años.

            Sobre ellas habían caído los efectos que transportaban los 10 aviones: alguna de las 72 bombas de 50 kilogramos o de las  960 pequeñas bombas llamadas spezzoni, o de las  480 bombas  incendiarias que fueron arrojadas sobre la ciudad de Caspe por los aviones italianos cuando pasaban unos minutos de las cuatro de la tarde del 18 de octubre de 1937, a la misma hora que se bombardearía Alcañiz unos meses después.

            No sería este el último bombardeo que sufriría la ciudad. Caspe volvería a ser visitada por lo negros cuervos alados que solo saben arrojar muerte y destrucción de sus vientres. Pero quien mandó sembrar esas muertes tienen nombre y apellidos.

            Hoy, 75 años después de que sucediera aquella absurda matanza, nos queda no olvidarla, nos falta honrar y recordar a los muertos, conocer exactamente lo  que acaeció y por ello intentar que nunca más pueda volver a suceder nada parecido.

            Que la única arma que empuñemos los españoles sea la de una papeleta dentro de un sobre que apunte a la rendija de una urna. Que la única manera de enfrentarnos sea en unas elecciones. Que nunca más nos veamos envueltos en una guerra por nuestras diferentes ideas.

            Y para odiar las guerras, no hay nada mejor que conocer lo que en ellas sucede.

 

José María Maldonado

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