Javier Sagarra De Moor (segunda parte): «Cuando el pueblo se divierte, yo soy uno más».

Ofrecemos hoy la segunda parte de la entrevista a Javier Sagarra cuya primera parte publicamos el viernes pasado. Si en ella nos contaba los antecedentes de su militancia política antes de establecerse en Caspe, en esta segunda las referencias tienen que ver con su acontecer público en la Ciudad del Compromiso. En la primera entrega dejábamos a Javier Sagarra recién salido de la cárcel y estableciéndose como abogado dispuesto a iniciar una vida nueva.

Hoy, y desde hace ya tiempo, para muchos caspolinos, encarnas la principal opción frente a la hegemonía que siempre ha detentado el PSOE en la política local. Eres el único que le ha pisado los talones y que, incluso, ha conseguido derrotarle. Teniendo en cuenta todo lo que nos has contado en relación a tu pasado revolucionario y antifascista, esto resulta difícil de entender. Se me antoja que, con esos antecedentes, sería el PSOE precisamente el partido en el que habrías acabado militando al cabo de los años, tal y como ha sucedido con muchos otros militantes antifranquistas de aquella época. Explícanos cual ha sido tu deriva. Es largo de contar.

Tenemos tiempo. Lógicamente, cuando yo llego a Caspe, sigo siendo un militante de izquierdas. En las primeras elecciones locales de la Democracia, de hecho, yo opto por el PSOE como voto útil a pesar de las muchas siglas “radicales” que había entonces en escena. Me acuerdo que en Caspe había hasta una candidatura de corte anarquista.

Autogestión Municipal. Sí. Me acuerdo que hasta celebré el triunfo del PSOE en casa de Mariano Gómez.

¿Entonces? Varias cosas ocurrieron. Lo primero de todo es que percibí que la gente de Caspe de alguna manera estaba algo acojonada con aquel grupo de gente con tanto poder y eso no me gustaba. Y luego pasaron más cosas.

¿Cuáles? Como abogado tengo que hacerme cargo de un caso que llega a mi despacho y que me enfrenta directamente con uno de los personajes importantes del PSOE local, concretamente con Mariano Gómez. Con independencia de mis inclinaciones ideológicas o mis simpatías políticas, yo soy abogado y me debo a mi profesión y por supuesto a mis clientes. Recibo el encargo profesional de defender a un antiguo empleado de Mariano Gómez y eso provoca que el PSOE local en bloque se enfrente de manera radical conmigo. Yo, en aquel entonces, estaba planteando a los principales sindicatos, CCOO y UGT, llevarles la representación y asesoría, pero me entero de que, desde UGT, se me veta. Uno de los argumentos que se utilizó en mi contra fue precisamente el del atentado al consulado. Fue la primera vez en mi vida que alguien me lo echaba en cara. Y, encima, los que lo hacían no eran gentes de derechas, sino un sindicato, gente que venía de donde yo venía. Para mi aquello estaba muy claro. También por aquella época montamos la Asociación de Empresarios y eso ya me convirtió directamente en un fascista a los ojos de muchos caspolinos que se decían de izquierdas.

¿Fascista? Sí, sí. ¿Como iba a aceptar yo, con mi pasado, que me pudieran tachar de fascista?. Yo era un antifascista y aquello no lo podía tolerar. Mi camino natural era el PSOE pero el enfrentamiento personal del que te he hablado me alejó de él.

Tal y como lo explicas, parece que estos incidentes te provocaron un sentimiento de zozobra, ¿Cómo actuaste? ¿Cómo lo sobrellevaste? De alguna manera me abrió los ojos. Y me permitió ver muchas cosas. Por ejemplo la Operación Rosales.

¿? Sí, la operación del actual campo de fútbol y la urbanización de los terrenos que están cerca de él, que yo conocía por mi implicación profesional en la misma y que fue una absoluta vergüenza. Desde el PCE en Zaragoza me pidieron toda la información al respecto. Yo la envié y se publicó en una revista y posteriormente en Heraldo. Eso ya marcó el enfrentamiento total con el PSOE.

Cuando otras personas hablan de aquellos años, siempre surge la noche del 23-F como una referencia clara del clima existente en la política, no solo nacional, sino también local. Para alguien que había salido de la cárcel gracias a una amnistía política y que había cumplido condena por delito de terrorismo, supongo que aquella fecha adquiriría una trascendencia especial. Recuerdo perfectamente lo que estaba haciendo aquella tarde. Me enteré del golpe en el antiguo bar la Cabaña. Acostumbraba a echar una partida de cartas con unos amigos y allí estaba cuando alguien nos lo contó. Me acuerdo que tenía el coche en el taller y que lo que hice fue irme a por él. Ya en casa, con el coche preparado, cogí una escopeta de caza que tenía y me subí al tejado pensando que allí podría o bien defenderme o bien escapar con cierta facilidad. Estaba claro que alguien como yo corría un peligro claro si alguien decidía actuar. Por otra parte, yo era de familia de militares y también mi mujer. Llamé a unos familiares de Lérida que me dijeron que allí todo marchaba con normalidad. Mi padre me dijo que no se me ocurriera moverme de Caspe porque allí estaba seguro.

Sin embargo se dice que en Caspe la seguridad no era completa, que existían listas con los nombres de las personas más destacadas de la izquierda local y, de hecho, esa noche hubo gente que durmió en el monte o, incluso, que puso rumbo a la frontera con Francia ¿Es cierto lo de las listas o es una leyenda urbana? Yo creo que es cierto. Había gente dispuesta a todo ese día.

¿Y no se te ocurre pensar que hoy día pueda votarte gente que el 23-F de 1981 hubiera estado dispuesta a darte un disgusto por tu pasado de izquierdas? Es que a mi no me vota ese tipo de gente. Nunca he sido el candidato de la derecha más dura. A mi me han votado siempre gentes de derecha y de izquierda moderada que han creído en el proyecto que en cada momento representaba. De todas formas, aquel día se acentuó mi decepción hacia la gente que en Caspe decía representar a la izquierda.

¿Por qué? El alcalde de Caspe conocía el peligro de la situación pero no nos avisó a los que más expuestos estábamos. Lo que hizo fue presentarse en el Cuartel de la Guardia Civil y ponerse a disposición del capitán del puesto. Aquello me dolió, me pareció una mala forma de defender la democracia. Aquella forma de actuar me marcó y me dejó claras muchas cosas.

¿Dejas entonces de ser de izquierdas? No exactamente. Para mí ser de izquierdas es apostar por la solidaridad, ayudar al más débil… y eso no lo encontraba en la izquierda. Digamos que en ese momento comienzo una evolución que en un principio me lleva hacia un centro-izquierda fuera del PSOE. Voy cumpliendo años y la vida me va llevando hacia la moderación.

¿Donde te ubicas ahora? Ahora estoy en el centro-derecha, en el liberalismo. La herramienta del hombre es el trabajo, sin subvenciones ni injerencias estatales. La vida se construye trabajando, no dependiendo de nadie. Esa mentalidad de trabajar es parte del fracaso de España como nación. No hemos sabido educar a los ciudadanos en ese esquema mental. Los fondos sociales no tienen que ser una barra libre para todos sino algo restringido a quienes lo necesiten.

Todo eso suena muy PP. Sí, estoy cerca del PP en eso. Asumo muchos de sus postulados. No todos. Por eso no estoy en ningún partido.

¿Qué es exactamente lo que te separa del PP? Ese ala del partido muy derechista y muy vinculada a la religión católica, que respeto pero no comparto. La religión y la vinculación de ella a la política es lo que ha causado las mayores injusticias y desmanes.

¿Y qué queda de tu vieja filiación izquierdista? Estoy cerca de la socialdemocracia. La sueca me gusta especialmente. Me gusta como trabajan y viven la política sus políticos. Aquí la cosa es muy diferente. Nadie renuncia a sus prebendas.

Sin embargo, y como político veterano que eres, ¿no tienes la sensación de que ese discurso tan agrio hacia los políticos, digamos, profesionales, que últimamente se ha puesto tan de moda, esconde un populismo que puede resultar mucho más peligroso que lo que ahora tenemos? Pienso en la medida implantada por Cospedal en Castilla La Mancha de no pagar a los diputados. Bajo la apariencia de buscar el ahorro para el contribuyente, lo que se consigue es que a la política acaben dedicándose solo los jubilados o los rentistas, es decir lo que se consigue es restringir por la vía de los hechos el acceso a la participación en política. Quizá sí, pero también pueden organizarse las cosas para que los políticos perciban retribuciones variables, que cobren en función de lo que hagan, del trabajo que desempeñen y no solamente por serlo. En Caspe, el primer sueldo que se pagó a un concejal fue el de Prado Murillo, siendo yo alcalde. Se puso porque Prado trabajaba la que más y se notó su trabajo porque en aquellos años hubo un desarrollo cultural muy destacado. Se celebraron las primeras fiestas del Compromiso, se empezó a reivindicar en serio la reconstrucción del Castillo, que era algo que llevábamos en el programa del PAR. Hasta ese momento el alcalde cobraba cuarenta mil pesetas y los concejales veinticinco mil. Todos igual. Prado pasó a ganar doscientas mil, pero se lo merecía. Cuando yo pasé a ser diputado en Cortés pedí dedicación exclusiva porque tuve que dejar mi despacho profesional y, de hecho, perdí muchos clientes y, al final, perdí dinero.

Hablemos de tu faceta como político local. Tengo la impresión de que uno de los principales reproches de tus adversarios es el de haber elevado mucho el tono del discurso político, de haber inoculado a la vida municipal una crispación que parece más propia de la política nacional. Me refiero a las querellas, las demandas… a esa tensión que mucha gente ni comprende ni comparte. Eso es alta política y yo creo que también hay que hacer alta política en la vida local. Había que romper el miedo. En Caspe lo había cuando yo llegué y lo seguía habiendo muchos años después. Yo siempre que critico tengo argumentos y no sé si eso es bueno o malo para la población, pero creo que cuando tengo argumentos tengo que usarlos. Cuando fui alcalde conseguí que la gente tuviese trabajo sin mirar el color político, PP PSOE o lo que fuera. Conseguí romper con unas inercias que estaban muy establecidas.

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¿Crees que merece la pena incluso si ello te lleva a utilizar las vías judiciales? ¿No crees que eso significar llegar demasiado lejos? Yo he elevado el tono siempre en función de quien he tenido enfrente. Pero ya te digo que si creo que tengo que demandar, lo hago. Denuncié en su momento las cuentas del ayuntamiento porque llevábamos años sin cuentas… Por otro lado no me meto con quien no se mete conmigo. Por norma soy pacífico. En mi vida profesional ser pacífico es una de mis guías, pero en política no he podido conseguirlo.

También llama la atención tu movilidad. Ya hemos hablado de ello, pero lo cierto es que, viniendo de la izquierda, debutas en política local con formaciones de centro y, además, te mueves de una a otra. Del CDS pasas al PAR para acabar creando tu propio partido político, el CPC, que, muchos caspolinos, consideran poco más que un vehículo personal a la medida de Javier Sagarra. Lo primero es que no es un partido político. Es una agrupación de electores. Tiene un principio y un final: nace y muere con cada convocatoria electoral. El CPC se forma por presión vecinal y si fuera tan solo Javier Sagarra no sería necesaria la agrupación. Hay parámetros, honradez, eficacia y eficiencia, que marcan nuestra actividad. Hay mucha gente válida, que es parte de la ciudadanía y está en este proyecto. Repito, no es un partido político y tengo el honor de poder decir que saco buenos resultados electorales sin un partido político detrás. El CPC gana en votos a todos los partidos políticos y eso debería mover a la reflexión. En cuanto a lo de mi movilidad, no llegué a militar en CDS, tan solo colaboré con esa formación después de una reunión que mantuvimos con Adolfo Suarez y varios caspolinos en el Hotel Don Yo de Zaragoza y en relación al PAR solo te diré que me fui yo, no me echó nadie, y cuando me fui tenía una buena posición dentro del partido, era diputado en Cortes y alcalde de Caspe. Lo que pasa es que en aquel partido solo pensaban en ellos mismos y en nadie más y yo no quería estar más tiempo en un sitio así.

Pero, insisto, es inevitable centrar la influencia del CPC en tu propia persona, en tu tirón. Personalizar es un error.

Otra de las cosas que resultan poco ortodoxas en tu carrera política es el famoso pacto de legislatura con el PSOE. Era muy difícil, para tus votantes y también para los votantes socialistas, aceptar que dos formaciones tan enfrentadas a lo largo de los años pudieran aparcar diferencias y gobernar juntos y no solo el ayuntamiento sino también la Comarca. Está claro que dicho pacto nos ha penalizado y que en parte nuestro retroceso electoral en las últimas elecciones se debe a ello. Yo estoy contento con lo que hicimos. Si no con el pacto, sí con los objetivos alcanzados. En su momento pactamos porque la oposición no quería una moción de censura y el gobierno era muy débil.

¿A qué objetivos te refieres? Tres muy claros. Uno, sanear la economía. Dos, sacar adelante el Plan General de Ordenación Urbana. Tres, respetar la legalidad. Esa era la conditio sine qua non para el acuerdo.

¿Cómo se llegó al pacto? A través de una reunión que mantuvimos Teresa Francín, Bienvenido Callao y yo en Zaragoza. Bienvenido tuvo mucho que ver con la consecución de ese pacto.

Quizá, de esa época, lo más destacado sea el asunto de las famosas «torretas» edificadas en suelo rústico. Viéndolo con perspectiva, ¿Te atreverías a pensar que la decisión que tomasteis fue un error? En política, o estás o no estás. Yo como político he jurado siempre hacer cumplir la ley. Eso va en el cargo y no hacerla cumplir sí que es algo que pesaría sobre mi conciencia. Creo que entrar en ese asunto no nos ayudó a ganar las elecciones, que perdimos votos por culpa de ello, pero, repito, había que hacer cumplir la ley.

¿Por encima de cualquier otra consideración? Tú sabes, como conocedor de la legislación urbanística, que los vientos que soplan en el urbanismo desde hace años son contrarios a este tipo de realidades y que, en ese sentido, abrir la caja de los truenos resultaba mucho más fácil que poder volverla a cerrar luego con la inseguridad que eso genera en un pueblo en el que son miles los vecinos que poseen una propiedad en suelo rústico. Por otro lado, muchos han interpretado el asunto en clave de persecución política. Por supuesto que no se persiguió a nadie por cuestiones políticas. Se trataba de un claro caso de corrupción urbanística que había que atajar. Unos lo hacen de una forma y otros de otra, todo depende de la ideología de cada uno. Lo que ocurrió aquí es que una persona pidió licencia para construir una caseta en el campo en una parcela de cuatro mil metros cuadrados y le fue denegada. A consecuencia de ello, esa persona decidió vender la parcela porque lo que él quería era edificar. Resultó que esa parcela la compró una señora que a los pocos meses, increíblemente, sí que pudo construir. El vendedor del suelo, cabreado, denunció el caso en el Ayuntamiento y desde Urbanismo decidimos entrar a investigarlo, con el acuerdo del PSOE que era el partido con el que gobernábamos. El tema lo han querido personalizar en mí, pero nosotros hicimos todo lo posible por solucionar los problemas de la gente. Quizá el mayor handicap haya sido la nula eficacia de la Asesoría Jurídica del Ayuntamiento.

También el tema de la Herradura contribuye a mantener alta esa “alarma social” que muchos te atribuyen. Son muchas las personas que piensan también en ese asunto en clave “ajuste de cuentas”. En absoluto. No es un problema mío. No es un tema personal. En el 2008 los propietarios de la finca le pidieron al Ayuntamiento una ampliación de la licencia de obra y actividad. Estábamos gobernando nosotros con el PSOE y el arquitecto emitió un informe poniendo a la vista de todos la ilegalidad del asunto. Qué querías qué hiciéramos.

En relación a tu faceta pública hay algo que siempre me ha resultado cuando menos chocante. Por un lado has estado toda la vida en la lucha política, has perseguido tu objetivo con tesón, has exhibido una voluntad de poder casi nietzscheana. Por otro lado, cuando has alcanzado tu objetivo has sido poco cuidadoso a la hora de exhibir una imagen pública adecuada. No te has cortado nunca en exteriorizar tus sentimientos o tus estados de ánimo y eso es algo que un político debe siempre mantener bajo control. Estoy pensando en el célebre episodio del desfile de las carrozas de hace un par de años, o en otras ocasiones en las que te he visto correr en calzoncillos en las fiestas de agosto, o bailar en el escenario con los Inhumanos… ¿Cómo le llamarías a eso, populismo, descuido, espontaneidad? El día de las carrozas recuerdo ver a mucha gente que me saludaba… (risas). No es populismo. Yo soy así y cuando el pueblo se divierte, yo soy uno más. No estoy por encima de los demás. Ya sé que parte de la sociedad lo ve mal… pero yo soy lo que soy.

¿Tienes la sensación de estar en el final de tu carrera política? Dicho de otro modo, ¿Vas a seguir? No lo sé. En las últimas elecciones ya quería dejarlo pero ahora mismo no lo sé. Dependerá de la salud y de seguir considerándome válido para aportar cosas.

Tienes sesenta y un años y yo diría, después de esta larga charla, que has vivido con cierta intensidad, pero me interesa tu balance. Creo que le he sacado partido a la vida y que estoy satisfecho de ella, de haber sabido solucionar mis problemas y los de los ciudadanos a los que sirvo. He intentado, y sigo intentando, vivir todo lo que puedo. Eso es todo.

Tres recomendaciones: libro, peli y disco. El libro lo tengo claro, “Hojas de hierba” de Walt Whitman, ha sido mi libro preferido de toda la vida. Disco, diría que la discografía completa de Sabina. Y peli, no lo tengo claro. Me quedo con “Lo que el viento se llevó” porque la he visto un montón de veces.

Siempre cerramos las entrevistas con lo de la peli, el libro y el disco pero esta tengo que terminarla de otra manera… Por favor, explícanos lo de tu segundo apellido. Es de origen belga. La familia de mi madre pertenecía a la nobleza de ese país. A sus hermanos los invitaron a la boda de la reina Fabiola.

Al final el león no es tan fiero como lo pintan. Al menos en las distancias cortas. En ningún momento de las más de tres horas que hemos estado charlando me he sentido incomodo o incomodado. Más bien al contrario. Creía, incluso, que encontraría puertas cerradas cuando intentara hablar del pasado y resulta que las puertas estaban abiertas de par en par. Mucho más fácil de lo que esperaba, debo confesar. Hemos hablado de todo, con total libertad. Hemos discrepado, nos hemos reído y, al final nos hemos despedido cordialmente convencidos, yo al menos, de que podríamos haber seguido charlando al menos otras tres horas más. No tengo mucho más que decir. Ah, sí, bueno, que a partir de ahora habrá quienes me acusen, y por extensión a El Agitador, de agente sagarrista, de ínclito cepecista, de qué sé yo. Supongo que solo podría haberme librado de ese pequeño linchamiento ofreciendo a nuestros lectores el cadáver ensangrentado de Javier Sagarra. Pero ni era mi intención dispararle con la honda en el centro de la frente ni creo que me hubiera resultado fácil hacerlo. Lo dejo vivito y coleando para que ustedes mismos puedan juzgar. Seguiremos entrevistando a los demás líderes políticos locales para que nadie pueda acusar a nadie de nada.

 Jesús Cirac

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