La Guerra de los Treinta Años

Hoy viajamos de nuevo hasta la Edad Moderna para detenernos en un episodio clave durante la misma: La Guerra de los Treinta años, un enfrentamiento multinacional que asoló el Imperio entre 1618 y 1648. Fue esta larga guerra un gran conflicto europeo –aunque en origen fue una guerra alemana- con repercusiones y escenarios que se extendieron a los demás continentes.  La reactivación de las disputas religiosas había reducido a cenizas la llamada Pax hispánica impulsada por Felipe III tras el belicoso final del reinado de su padre. Así, los acuerdos suscritos por la monarquía hispana con Francia (Vervins, 1598) e Inglaterra (Londres, 1604), sumados a la Tregua de los Doce Años en el escenario de los Países Bajos (1609), no habían hecho más que enterrar los viejos problemas.

A partir de 1616 se produjo un acelerado rearme militar, político e ideológico en la mayoría de los gobiernos europeos. Los partidarios de la paz dejan paso a hombres más ambiciosos y temerarios, como el conde-duque de Olivares. Por otro lado, todos los conflictos que estallan en este periodo se hallan vinculados y aunaban múltiples intereses políticos, dinásticos, ideológicos, confesionales y económicos, porque la religión contribuyó a justificar ideológicamente las alianzas y marcó incluso la separación de las dos sedes donde se negociaron las paces. Pero en general el factor confesional fue un instrumento al servicio de la propaganda política o los intereses dinásticos. En esta larga guerra se darán cita las viejas rivalidades: Dinamarca vs Suecia (se revelará la política expansionista sueca); Francia y la Casa de Austria; España vs las Provincias Unidas; el conflicto interno del Sacro Imperio.

Antecedentes: Durante el último cuarto del siglo XVI la expansión del protestantismo en el Sacro Imperio y en los territorios patrimoniales de los Habsburgo fue notable y motivó una actitud intransigente en el emperador Rodolfo II y la dinastía de Baviera. Se tomaron medidas antiprotestantes que provocaron malestar y revueltas. La Dieta de Ratisbona (1608) fracasó. En ese marco, príncipes luteranos y el elector del Palatinado, Federico V, fundaron la Unión Protestante. El temor de los católicos al conflicto sucesorio en varios principados renanos sumado a una hipotética ayuda extranjera a los protestantes, condujeron a la Liga Católica (1609) liderada por el duque de Baviera. Y en efecto, una hija de Jacobo I casó con el elector del Palatinado, Federico V, (1611) y al año siguiente se firmaba una alianza defensiva entre Gran Bretaña y la Unión Protestante mientras el rey inglés apoyaba diplomáticamente a las Provincias Unidas y a Cristian IV de Dinamarca, ambos protestantes.

Por otro lado, el conflicto húngaro terminó con Matías como soberano de Hungría, Moravia y Austria y Rodolfo II dominando solo Bohemia, Silesia y Lusacia hasta su muerte en 1612. Esta crisis y la precaria salud mental del emperador propiciaron importantes concesiones a los protestantes. Todas estas confrontaciones políticas y religiosas obstaculizaron el normal funcionamiento de las instituciones comunes del Sacro Imperio.

Bohemia y la ofensiva católica. El reino de Bohemia (actualmente forma parte de la Rep. Checa), elector en el Imperio, era una pieza clave para la estabilidad y seguridad del imperio y la supremacía católica. Además, contaba con importantes recursos financieros. Felipe III renunció a la corona de Bohemia y Hungría (era un compromiso demasiado arriesgado) y favoreció la elección del archiduque Fernando entre 1617 y 1618. Pero Fernando era un claro absolutista y contrareformista. Pronto sus medidas fomentaron la oposición formada por nobleza y burguesía: tras la asamblea de Praga de 1618 se produjo la violenta “defenestración de Praga”. Sobre la base de la Carta de Majestad los rebeldes de la corona bohemia constituyeron gobierno (proclamaron rey a Federico V) y ejército comandado por Matthias von Thurn. Los ejércitos rebeldes e imperial fueron aumentando (como ejemplo, llegaron refuerzos españoles de Frandes e Italia). En poco tiempo se desataron importantes acontecimientos: 1. derrotas rebeldes; 2. muerte del emperador Matías en 1619; 3. Los Estados Generales de Bohemia deponen a Fernando y nombran al calvinista elector del Palatinado, desafiando al Imperio y a España; 4. Campaña del príncipe de Transilvania en Hungría y Viena, que asedia y pero es frenado por Polonia; 5. Felipe III se decide -para solucionar pronto la crisis y poderse ocupar de los PB donde iba a vencer la tregua-, ocupar el Palatinado renano con Ambrosio Spínola a la cabeza y apoyar al ejército de la Liga Católica; 6. Victoria católica en la Batalla de la Montaña Blanca (1620) que puso fin a la rebeldía en Bohemia, con graves consecuencias económicas y religiosas en Bohemia, donde se instauró un régimen absolutista. Además, Federico V, el yerno de Jacobo I, perdió el Palatinado (al oeste de Alemania).

Las derrotas protestantes en Alemania y la progresiva expansión sueca en el Báltico oriental, propiciaron una mayor implicación de Cristián IV de Dinamarca-Noruega, quien contaba con asiento en las dietas imperiales (era duque de Holstein), tenía un papel determinante en la Baja Sajonia y administraba varios importantes obispados secularizados, como el de Bremen. Pero esta primera intervención se saldaría con la derrota en Lutter (1626).

El año 1625 trajo excelentes noticias para España: morían Jacobo I de Inglaterra y el estatúder Mauricio de Nassau mientras los franceses de replegaban. Poco después, comenzaba a ganar protagonismo Wallenstein quien con un ejército de mercenarios conseguiría importantes victorias imperiales. A pesar de la unión de fuerzas entre Dinamarca y Suecia (Gustavo Adolfo II de Suecia había estado al margen por su enfrentamiento con Polonia), Dinamarca cedió a la presión y firmó unilateralmente la Paz de Lübeck (1629), que puso fin a la primera fase de la gran guerra europea. La victoria del bando católico e imperial había sido clara, pero no pudo extenderse a un dominio claro en el Báltico. Ese mismo año el emperador Fernando II promulgó el Edicto de Restitución de los bienes católicos incautados por los protestantes desde 1522.

Un nuevo conflicto se avecinaba en Mantua a raíz de la extinción de los Gonzaga. Si el duque de Nevers (apoyado por Francia) se hacía con la corona, el domino español en Italia se vería comprometido. Finalmente, varios factores se aliaron contra los intereses españoles y con los tratados de Cherasco (1631) se reconoció la posesión para Nevers. Uno de esos factores fue la Paz de Ratisbona (1630) que provocó la retirada del ejército imperial. Otro fue la captura de la flota española en Matanzas (1628) por los holandeses (la guerra se había reanudado en 1622): fue un conflicto con gran protagonismo en el sector económico, (embargos, confiscaciones, bloqueos, corso) y en el que los holandeses encontraron la senda de las victorias (pronto toman Wessel y reconquistarán Breda: 1637).

El Edicto de Restitución había suscitado el rechazo de numerosos príncipes alemanes. Tras el fracaso del ejército sobre Stralsund, la Dieta Electora reunida en Regensburg (1630) los príncipes (además de la Liga Católica) exigieron que el Emperador despidiera a Wallenstein, ante el enorme tamaño de su ejército, su gran enriquecimiento, y las quejas por sus confiscaciones sobre las tierras conquistadas. Fue destituido, pero entonces llegó el  imparable avance de los suecos y la aplastante derrota del ejército imperial en la batalla de Breitenfield (1631) que acabó con las aspiraciones imperiales en el Báltico y dejó al descubierto la mayor parte del centro de Alemania. En cuanto a Suecia, la Paz de Ratisbona (1630) entre el emperador y Luis XIII había retirado a los franceses de la lucha en el Sacro Imperio, pero estos seguían luchando de manera indirecta a través del apoyo económico a Suecia. Gustavo Adolfo II contaba además, con un poderoso ejército mercenario y una notable financiación a través del sistema de contribuciones de guerra en las tierras ocupadas y derechos aduaneros. Los príncipes alemanes, no sin recelos, acabarían aliándose con el rey sueco. Entretanto, el Emperador llamó de nuevo a Wallenstein, que no pudo evitar la derrota en Lützen (1632), lo cual dañó su reputación (aunque los suecos que perdieron a su rey y esto supuso en fin de los grandes proyectos suecos). Wallenstein fue depuesto, no acató la orden, fue declarado traidor y finalmente asesinado a instancias del Emperador.

En 1632 estalló la Guerra de Smolensko entre Polonia y Rusia, provocó el repliegue sueco aunque dejando importantes guarniciones que, junto a los principados protestantes, formarían la Liga de Heilbronn (1633). Los católicos contraatacaron y llegó la Batalla de Nördlingen (1634) con la victoria del Imperio y España contra las fuerzas suecas y sajonas; esta batalla en Baviera supuso el comienzo de una fase más destructiva y compleja de la guerra. La recuperación española en el Rin propició la Paz de Praga (1635) entre Juan Jorge de Sajonia y el Emperador. Primaba entenderse con los enemigos interiores para expulsar a los exteriores: el Edicto de Restitución se suspendió por 40 años, entre otras cláusulas.

Fase hispano-francesa y guerra total: Francia declara la guerra a España en mayo de 1635 aduciendo defender a su aliado el elector de Tréveris y por la supuesta pretensión española de invadir Francia. Antes de ello, habían tejido una amplia red de alianzas contra los Habsburgo (Saboya y Parma, la Liga de Heilbronn, Holanda). El Ejército de Flandes consigue penetrar hasta el corazón de Francia, pero no fue capaz de actuar en dos escenarios distintos: los franceses ocuparon Luxemburgo, el Franco Condado y penetraron en España, se perdía Breda, y plazas den las Indias Orientales y Occidentales. Mientras, los imperiales también eran derrotados y los franceses controlaban Alsacia y el curso del Rin. Las complicaciones para España se multiplicaron con la derrota en la batalla naval de las Dunas (1639), las sublevaciones portuguesa y catalana (1640) y la caída de Arrás y la mayor parte de Artois.

Suecia evitó un nuevo conflicto con Polonia y pudo recuperarse, avanzando por Alemania, Bohemia, Moravia y Jutlandia, y venciendo a Dinamarca (guerra sueco danesa de 1643-1645). Por otro lado, el emperador Fernando III tuvo que hacer frente a una nueva invasión de Hungría por parte del príncipe de Transilvania, perdió a gran parte de su ejército en apoyo a Dinamarca y vio amenazar Viena y Praga. Francia venció en Rocroi (Ardenas, 1643) pero cosechó importantes derrotas en el Rin contra los Habsburgo y los Bávaros hasta la llegada del arrollador avance sueco entre 1645-1648. Cabe apuntar que durante esta última fase en el Sacro Imperio se multiplicaron las epidemias y la escasez de cosechas (los enormes ejércitos esquilmaban a los territorios por donde pasaban). Finalmente, los dos tratados de Westfalia (octubre de 1648) alcanzados en Münster por los estados católicos y en Onnabrück por suecos y príncipes protestantes, concluyeron la Guerra de los Treinta Años, significaron la derrota de los Habsburgo -y sus intentos de reunificar Alemania bajo un mismo credo- y sentaron las bases del futuro sistema europeo de estados.

El Agitador Bajoaragonés

Bibliografía:

A. Floristán (coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007

L. Ribot (coord.), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006

Las lanzas
La rendición de Breda (también llamado Las Lanzas). Museo del Prado

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