Miguel Caballú. «En los pueblos la gente recuerda demasiado»

Miguel Caballú lleva toda su vida hablando bien de Caspe. Digamos que, en general, se muestra “cariñosamente crítico” con su pueblo. Ello le ha llevado a señalar las cosas que, a su juicio, deberían mejorar pero ahorrándose siempre descalificaciones, críticas acerbas o juicios apocalípticos. Ahora ha decidido dar un paso cualitativamente importante, jugarse el todo por el todo y comprobar si sus cálculos eran correctos. Como el famoso mayordomo del anuncio, pretende pasar el algodón por la superficie de la sociedad civil caspolina para chequear su grado de implicación y compromiso con todas aquellas cosas que, al menos sobre el papel, nadie cuestiona. Después de años y años de reivindicar el patrimonio caspolino, se ha dicho a sí mismo: ¿Y por qué no pasar a la acción? ¿Y por qué en lugar de solo hablar, también actuamos? ¿No queríamos Castillo y Colegiata? Pues taza y media: vayamos a por el órgano. ¡Qué buena idea! Se oirá exclamar a la multitud. Sí, pero tenemos que pagarlo entre todos. Buff ¿Y cómo? ¿Y cuanto? Miguel Caballú tiene un plan y estamos aquí para que nos lo cuente.

¿Cómo se te ocurre una idea tan aparentemente loca como esta? Lo primero que hay que decir es que Caspe siempre tuvo órgano. Lo raro es que a día de hoy no lo tengamos. Dejando de lado este hecho pienso también que un edificio como nuestra Colegiata, por su tamaño, debería tener uno. Ya hace años tuve ocasión de llevar a Caspe alguno proveniente de pueblos e iglesias abandonados pero la idea no cuajó. Ahora, con la celebración del Sexto Centenario en marcha, creo que es un buen momento para planteárnoslo en serio. Un órgano es un equipamiento cultural de primer orden y aportaría categoría a la ciudad a la vez que es capaz de generar valor.

¿De qué forma? Hay múltiples campañas de conciertos, de DPZ por ejemplo, que podrían recalar en Caspe si tuviéramos un órgano en condiciones. Pensemos en Daroca y en su Festival de Música Antigua que va ya por un montón de ediciones y ha contribuido a dar fama a la ciudad que lo alberga a la vez que a generar actividad económica.

No es, pues, la tuya una iniciativa centrada únicamente en aspectos, llamémosle, emocionales, de reivindicación de las cosas que hemos ido perdiendo, sino que pretende ser una apuesta de futuro. Por supuesto. Es interesante recuperar el pasado pero no hay que dejar de pensar en el futuro.

Has dicho que en su día pudiste haber traído un órgano a Caspe, explica un poco eso. Durante varios años ocupé en la Diputación Provincial el cargo de Jefe del Servicio de Rehabilitación. Desde aquel servicio, con la ayuda de numerosos arquitectos y aparejadores, llevamos a cabo muchas obras por toda la provincia. En total fueron ciento una. Varias de ellas aquí en la comarca: la Torre de Salamanca en Caspe, el Ayuntamiento de Fabara, la Torre del Reloj de Maella, la Casa de Cultura de Chiprana, las Antiguas Escuelas de Mequinenza… En algunos de los lugares en los que acometimos obras, localicé órganos abandonados que bien podrían haberse traído a Caspe.

Cuéntanos algo de la historia de ese órgano que ahora se pretende reponer. De cuando data. Cuando y como desaparece. A principios del siglo XVI ya existen referencias de la existencia de un coro y órgano en la Colegiata. El instrumento vivió las diversas vicisitudes que afectaron al templo, que fueron muchas. En el siglo XIX  sufrió importantes daños durante la Guerra de la Independencia y también durante las Guerras Carlistas. Con más o menos suerte, varias veces recompuesto y restaurado, llegó en perfectas condiciones a 1936. Durante los hechos de julio de ese año fue destruido, al igual que el resto del templo.

Hablemos de dinero. ¿Cuanto  hace falta para llevar adelante el proyecto que planteas? Lo primero que tengo que decir es que está todo bien estudiado. No pretendo tantear, ni lanzar globos sonda. He pedido presupuestos, se han realizado proyectos, han intervenido profesionales. Está todo muy bien diseñado, pensado y planteado. Harían falta unos ciento sesenta mil euros.

Una cantidad importante en tiempos difíciles para la inversión pública ¿De donde debería salir tanto dinero? Esa es otra de las cosas interesantes del proyecto. El dinero debe salir de la sociedad civil.

Te refieres a ciudadanos, empresas, asociaciones, particulares… La sociedad civil.

¿Y la Administración? Su papel aquí es de cómplice, cooperador necesario o como prefieras llamarlo. No es la Administración la que tiene que poner el dinero. Es la sociedad civil.

De alguna manera planteas esto como un “test de esfuerzo” de la sociedad civil caspolina, como un medidor de su implicación, de su capacidad organizativa y de respuesta. En caso de no conseguir sacar adelante el proyecto no sólo se esfumaría la idea de disponer de un órgano, también nos quedaríamos con un gusto amargo. Después de tanto y tanto hablar de patrimonio… Lo tengo muy claro. Si la gente no trabaja, si no se esfuerza, nos quedaremos sin órgano. Tampoco pasa nada. Llevamos casi ochenta años sin él. Otra vez tendrá que ser…

Supongamos que la sociedad civil responde al llamamiento. Sigue siendo muy complicado recoger y canalizar tanto dinero. ¿Cómo se gestiona algo así? De lo que se trata es de que la gente se implique. Cada uno de la manera que pueda. La idea es recurrir a algo que ahora está muy de moda y que se llama “crowdfunding” o micromecenazgo y que consiste en juntar a mucha gente para, entre todos, apoyar económicamente un proyecto. Aquí, todo el mundo puede colaborar. El instrumento consta de 659 tubos, 51 teclas y 32 pedales. Todas las piezas están simbólicamente a la venta. Son 700 en total. Se trata de que la gente o las empresas compren una. Las hay de varios tamaños y precios. Está claro que no las compran para llevárselas a sus casas. Formarán parte del órgano y al comprador lo que le damos es un diploma acreditativo de su contribución y el hecho de incluir su nombre grabado en el propio instrumento para que quede ahí y todo el mundo sepa quienes contribuyeron.

A la manera de los museos y fundaciones norteamericanas.  Sí, solo que aquí en lugar de un Guggenheim o un Rockefeller habrá Piazuelos, Ciracs, Albiacs o Bordonabas.

En cualquier caso, 700 son muchas piezas. Pienso que Caspe es una realidad muy amplia. Están los caspolinos que viven todo el año en Caspe, pero también están los ausentes para los que sé que será un orgullo contribuir. Y están las empresas. No solo las empresas caspolinas. Hay un montón de empresas que viven de Caspe, que suministran bienes y servicios a Caspe a través de distribuidores o clientes. Creo que una modesta contribución a esta causa es una manera de devolverle a Caspe una parte de lo que ganan gracias a él. Esta es una práctica extendida en el mundo anglosajón que en España acabará imponiéndose. No lo veo tan descabellado. En Dusseldorf, por ejemplo, están haciendo lo mismo que planteamos para Caspe.

¿Hay ya alguna empresa que haya aflojado? De momento hemos empezado con una aportación de veinticinco mil euros de Caja de la Inmaculada, que ya es empezar. La Cooperativa de Ganaderos de Caspe, por su parte, se ha comprometido a correr con los gastos de comunicación del proyecto. No está mal.

Nada mal. Además la gente tiene que tener en cuenta que las aportaciones son deducibles en el IRPF y en el Impuesto de Sociedades. O sea que todo son ventajas.

Lo tienes todo pensado. Este es un proyecto serio. Con un poco de esfuerzo por parte de todos se puede conseguir pero hasta que no tengamos asegurado el dinero no nos comprometeremos a nada.

¿Y cual es el plazo que te has fijado para ello? Ya. Tiene que ser en el 2012. Hay que aprovechar el tirón del Sexto Centenario para cerrar la financiación. Hay que inaugurar el órgano a finales de 2013.

¿Quién más está implicado en este proyecto? Hay una Junta Gestora con siete u ocho miembros. Nuestro asesor musical es José Luis González Uriol, un auténtico figura en estos menesteres, catedrático de órgano y clavicémbalo de Conservatorio Superior de Música de Zaragoza y director del Festival de Música Antigua de Daroca desde hace un montón de años. José Luis, además, tiene una vinculación muy especial con Caspe. Su abuelo fue alcalde a principios del siglo XX y su tío fue Santiago González, famoso Director del Banco de Aragón en Caspe durante los años treinta que se significó políticamente por su apoyo a la República.

Tengo entendido que convirtió su sucursal bancaria en algo parecido a un soviet, que “convirtió” a muchos de sus compañeros de trabajo al comunismo. Murió en el exilio en el sur de Francia. Yo tuve ocasión de conocerlo antes de morir.

¿No tienes miedo de que, tratándose de un equipamiento destinado a permanecer en un espacio religioso, la gente tienda a mezclar ambas cosas, que piense que es una iniciativa religiosa en lugar de civil, y que eso pueda penalizar el apoyo al proyecto? No es un proyecto absolutamente religioso, sino cultural. Aunque el párroco preside la Junta Gestora, lo cual creo que es lógico y normal. El órgano se cederá a la Colegiata que es un espacio de todos, creyentes o no. En ella se puede rezar o simplemente estar. Si la gente paga el órgano la gente es su mecenas. Se trata de conseguir que la gente esté vinculada a algo propio conseguido con su esfuerzo, de crear orgullo de pertenencia a algo, a una colectividad.

Vuelves todo el rato, en tus respuestas, a la invocación del papel de la sociedad civil en el proyecto, a la idea de que la gente se implique y actúe en lugar de tanto hablar y hablar. Esa incitación a la acción me recuerda mucho al gran lema del punk: “háztelo tú mismo”. No sé si es punk o qué es. A mí me gusta mucho eso de: “lo importante no es lo que tu país puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por tu país”.

J.F. Kennedy. Exacto. Creo que esa es la clave de todo.

Contrasta tu exaltación de la actividad con la pasividad con la que, en general, la gente suele asistir a los procesos de construcción de lo colectivo. ¿Qué opinas de la celebración del Sexto Centenario? Creo que ha sido una ocasión perdida. En Cádiz la Comisión organizadora del Bicentenario de “la Pepa” lleva diez años trabajando en un plan estratégico que abarca cultura, urbanismo, acción social y archivos. La celebración será un éxito porque detrás hay mucho trabajo. Aquí en Caspe le hemos dedicado apenas un año y creo que vamos a conseguir muy poco. Debiera haber sido la sociedad civil la impulsora del proyecto. No podemos dejar el peso de algo como el Sexto en manos de la Administración. La Administración debe ser el estimulo, el canal, pero el impulso ha de ser de la gente.

¿No crees que resulta paradójico que, siendo la reivindicación del Compromiso y todo lo que le rodea uno de los pocos temas en el que todos los caspolinos parecen estar de acuerdo, el asunto se haya confiado más a la improvisación que a la planificación metódica, que haya primado lo emocional sobre lo cerebral, que la gente haya creído que con salir a la calle bastaba? Creo que se ha pensado en el corto plazo, que no se ha querido pensar en el 2020 o en el 2030, porque el proceso de recuperar algo como el Castillo es muy largo.

¿Echas de menos un Plan Director que abarque aspectos urbanísticos, estéticos, funcionales, culturales? Totalmente. Ese tipo de planes son los que marcan el carácter de una ciudad, los que le dan fuste. Hay que tener visiones estratégicas y hay que trabajar. Digamos que es la Administración la que tiene que aportar la visión estratégica, que para eso tiene los medios, y la gente la visión “doméstica”, las ganas de tirar adelante, de exigir la realización de esa estrategia.

Solemos hablar del patrimonio como si de algo ideal se tratara, con cierta grandilocuencia, pero nos olvidamos de lo próximo, de esas cosas que no solemos ponderar adecuadamente pero que marcan la diferencia entre las ciudades. En materia de patrimonio Caspe debería apostar por la recuperación de la Acrópolis sobre la que se asientan el Castillo y la Colegiata como un elemento vertebrador de todo su casco que, además, sirviera como patrón estético y de calidad de todos sus desarrollos urbanos. En el otro extremo están las huertas y las pequeñas construcciones a ellas asociadas, las famosas “torretas”, hoy en peligro ¿Qué opinas acerca de esta polémica? Pues que es un error que solo sirve para crear problemas de convivencia entre vecinos. El asunto es problemático y seguramente toca darle una solución pero la gestión de un tema así, con tantas implicaciones personales, no puede hacerse “por ley”. Debe hacerse caso por caso, con mucha dedicación, evitando eso que llaman “alarma social”.  Esa es la responsabilidad del gestor, conseguir sacar las cosas adelante sin hacer mucho ruido. Además creo que es un error conceptual. En este momento los huertos proliferan en todo el mundo desarrollado. En las grandes ciudades la gente planta tomates o cebollas en cualquier sitio. Hay una vuelta generalizada a esos valores. Sin embargo aquí, donde los tenemos implantados desde siempre, parece que no le damos la importancia que tienen. Por otro lado la huerta ha sido siempre un refugio económico para tiempos de crisis y eso no hay que olvidarlo ni menospreciarlo con los tiempos que corren.

En el otro extremo estaría el ARI. Eso ha sido una gran cosa para Caspe. Ha cambiado su fisonomía poniendo en valor muchos inmuebles y, además, ha generado actividad económica. Muy bien.

¿Cuáles son, a tu juicio, los males que aquejan a Caspe, los que le impiden despegar? Creo que Caspe ha sido grande y que seguirá siéndolo. Es una mera cuestión de tamaño. Si te fijas, verás que Caspe no acaba de bajar población. Unos se van pero otros vienen o vuelven. Caspe tiene un término municipal enorme y tiene agua, un bien cada vez más valorado. Seguirá siendo “pueblo” pero estará siempre ahí. Quizá lo que le falte a Caspe sea capacidad de generar inquietudes, de generar agitación pero dirigida al beneficio común, al interés general.  A veces se critica mucho y se trabaja poco. Hacen falta honestidad y trabajo, y también tener “mala memoria”

¿Te refieres a la llamada memoria histórica? No, no. Hablo de esa tendencia  que existe en todos los pueblos de querer acordarnos demasiado de las cosas. En los pueblos la gente recuerda demasiado. Aquel me hizo aquello o ese otro me dijo lo de más allá. Deberíamos olvidar cosas y mirar hacia delante sin más.

¿Y cuales son los remedios a esos males? Apostar por la materia gris. La materia gris es mucho más importante que el dinero. De ella salen las líneas estratégicas. La gente de Caspe es muy buena, es honrada y generosa. Lo ha demostrado siempre. Recuerdo como se implicó para salvar la ermita de Santa María de Horta. Eso fue un ejemplo. Solo necesita materia gris.

No te dejaremos ir, sin que antes nos recomiendes un libro, un disco y una peli. Un libro, pues dos al menos: Pan de lectura que es un libro de libros, de animación a la lectura con mucho fundamento de Merche Caballud y Elogio y Refutación del Ingenio de José Antonio Marina. Una música, la que estoy oyendo ahora, me gusta vivir el presente (y lo tengo en Favoritos como El Agitador)… Concierto de Clarinete de Mozart. Una peli: la última que he visto, Chocolat de Lasse Hallström. ¡Vivan el chocolate y el humanismo!

Durante toda la charla he estado preguntándome en qué momento Miguel Caballú intentaría “colocarme” un tubo o una tecla o un pedal. Es lo suyo. Lo que hubiera hecho yo. O cualquiera. Pero está visto que he errado mis cálculos. Al quedarme solo, no sé muy bien qué pensar. Por un lado la idea me parece una locura inmensa, por otro una propuesta absolutamente racional. Por un lado me parece una frivolidad, por otro algo totalmente necesario. Se me antoja imposible al tiempo que completamente factible y pertinente. En realidad creo que, si hay alguien capaz de sacarla adelante, ese es Miguel Caballú. Solo él. Mientras termino de transcribir la entrevista me viene a la mente la imagen de otro anuncio, esta vez de colonia, que, si no recuerdo mal, decía: “en las distancias cortas es donde un hombre se la juega”. Creo que Miguel Caballú se la está jugando y creo también que tiene muchas probabilidades de salirse con la suya. Pronto lo sabremos.

Jesús Cirac

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