Ramón Acín, los Hermanos Albareda y el arte degenerado.

Además de glosar su conocida actividad como restauradores de importantes piezas del patrimonio histórico y creadores de imaginería religiosa, la ‘Gran Enciclopedia Aragonesa’ enfatiza la labor desplegada por los caspolinos José y Joaquín Albareda Piazuelo, los Hermanos Albareda, en la divulgación del arte: “Se encargan durante cuarenta años de la sección de arte en ‘El Noticiero’”, subraya la Enciclopedia. Hmm. Cuarenta son muchos años. Y aquellos años fueron especialmente decisivos en la introducción de nuevas formar de entender el hecho artístico. Hay que echarle un ojo al trabajo de los Hermanos Albareda.

No conocía ‘El Noticiero’. Lógico, dejó de imprimirse en 1977. La Hemeroteca de Zaragoza me facilita el viaje a sus viejos ejemplares. Escojo fecha al azar: primavera de 1930. La ‘Gran Enciclopedia Aragonesa’ vuelve a guiar mis pasos: “Órgano de la prensa católica y de la derecha aragonesa, apareció el uno de junio de 1901, fundado por un grupo de destacadas figuras del catolicismo zaragozano”. Uno de ellos, José Pellicer y Guiu, caspolino de nacimiento, añado yo. El primer vistazo no deja lugar a dudas. Titulares como ‘Apostolado de la oración’, ‘La campaña soviética contra Dios’, ‘Impresiones de Lourdes’, o el fijo en todos los números, ‘Por la Santísima Virgen del Pilar’, dejan muy claro el talante de la publicación. La huella de los Hermanos Albareda, quienes firman como ‘Albareda Hermanos’, tarda en aparecer. El primero de sus artículos se titula ‘Juan de Mesa: Cómo escribieron el arte nuestros antepasados’ y, obviamente, trata sobre el gran imaginero andaluz. El tono es rimbombante y el lenguaje espumoso y vacuo. Pero se trata de un ensayo sobre siglos pasados y no de crítica de los tiempos modernos. El segundo y último que encuentro data del jueves cinco de junio de 1930 y encaja en lo que ando buscando. Se titula ‘La exposición Acín. Incongruencias dedicadas a Ramón Acín con permiso de su tocayo Gómez’.

Once días antes, el 25 de mayo de 1930, el artista oscense Ramón Acín Aquilué había inaugurado en el polémico Rincón de Goya zaragozano una exposición con setenta de sus obras. Conviene saber que Ramón Acín fue muchas cosas: pintor, dibujante, escultor, caricaturista, anarcosindicalista militante, conferenciante, escritor, periodista, profesor en la Escuela Normal de Huesca, maestro de artistas, ciudadano, marido, padre. Tomando Huesca como centro de operaciones Ramón Acín cultivó la amistad de muchos de los grandes de la cultura española de la época y desarrolló una obra marcada a partes iguales por la querencia vanguardista y la inspiración popular. Su obra más conocida es la fuente de las pajaritas del Parque Grande de Huesca. Colaboró con la prensa de izquierdas, participó en múltiples actos políticos, pasó por la cárcel y se exilió tras su colaboración con los capitanes Galán y García en la sublevación republicana de diciembre de 1930. Quizá la anécdota más famosa relacionada con Acín sea el hecho de que con parte del dinero obtenido en el premio gordo de la Lotería Nacional en 1932 financiara a su amigo Luis Buñuel la filmación del provocador documental ‘Las Hurdes, tierra sin pan’.   

Unánimemente la prensa zaragozana y oscense proclamó el éxito de crítica y público de la exposición de Acín a pesar de que él mismo, en el catálogo que la acompañaba, reconocía que “exponer en el Rincón de Goya, a media legua de Zaragoza, habrá de restarme un noventa por ciento, quedo corto quizá, de visitantes, lo sé”. ‘Heraldo de Aragón’, ‘Diario de Huesca’, ‘Montearagón’, ‘La Tierra’, ‘Cierzo’ o ‘Tierra Aragonesa’ coincidían. El periodista, académico y profesor universitario Iñigo Manuel Marín Sancho proclamaba en el diario ‘La Voz de Aragón’ su admiración por la obra de Acín: “Pinta, dibuja, esculpe y retuerce formidablemente chapas de hierro o latón, consiguiendo unas esculturas de un valor rítmico y dinámico extraordinario… Dibujando tiene obras exquisitas”. Su entusiasta reseña terminaba con la exaltación del lugar elegido para la exposición: Goteaba cuando hemos salido de ver la Exposición de Acín… Estamos en pleno jardín del Rincón de Goya. ¡Qué ricos olores! Nos miramos… y un solo comentario nos comunicamos: ¡Qué bien están estas cosas de Acín!”

¿Por qué he utilizado el adjetivo “polémico” para referirme al Rincón de Goya? El edificio fue inaugurado en 1928 con motivo del centenario de la muerte del  pintor. A pesar del aire conservador que una ciudad conservadora como Zaragoza planteaba otorgarle al evento, en la junta organizadora convergieron dos de los grandes talentos vanguardistas que ha dado Aragón. El cineasta Luis Buñuel andaba detrás de llevar a la pantalla la vida de Goya, sin éxito, como es sabido. El arquitecto Fernando García Mercadal, por el contrario, consiguió sacar adelante su avanzado proyecto con total libertad a pesar del desprecio con que fue acogido por gran parte de la sociedad aragonesa. Licenciado en Madrid con el número uno de su promoción, García Mercadal recorrió buena parte de Europa empapándose de las nuevas corrientes artísticas. Amigo de Le Corbusier, junto a otros arquitectos españoles también influidos por la vanguardia, fundó en 1930 el mítico GATEPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea). Para homenajear a Goya, García Mercadal rechazó cualquier concesión a la tradición. El edificio, ejecutado sobre una estructura de hormigón, lejos de recrear la figura del pintor o cualquiera de los tópicos motivos goyescos, se planteó como un austero pabellón abierto a un jardín en cuyo interior había de instalarse una biblioteca centrada en la vida y trayectoria del pintor y una sala de exposiciones en la que exhibir algunas de su obras. Las grandes cristaleras abiertas en los muros y la cubierta plana reforzaban la sobriedad del que muchos consideran el primer edificio racionalista de España. Lógicamente, nunca gustó.

El artículo de los “Albareda Hermanos” arrancaba con fuerza:A media legua de Zaragoza, rodeado de barro por todas partes y en el famoso Rincón expone Acín hasta setenta obras”. No dudaban en parafrasear la introducción al catálogo de la exposición firmado por el propio Acín para darle la vuelta a su sentido y cargar contra el “famoso” Rincón. Atacado el envoltorio, tocaba lo propio con el contenido: “Tiene una buena serie de retratos ejecutados con sencillez sobre cartón… Los hay que impresionan fuertemente y la mayoría de ellos reúnen la cualidad de haberlos abandonado a tiempo… En el mismo género hay bocetos, composiciones, algunas bonitas para desarrollarlas con más meditación, otras… evidencian al artista mariposeando, entre los vanguardistas”. El tono es displicente y despreciativo con la obra de Acín, con su propia actitud como artista “moderno”. Los “Albareda Hermanos” pretenden juzgarle desde una altura que les impide explicitar aún más su crítica devastadora más en el fondo que en la forma: “Hay dos naturalezas muertas que el visitante puede hallarlas en cualquier revista de Arte o en cualquier parte menos en el natural… Unas maquetas de monumentos hechas a base de cubos, procedimiento muy moderno y que ahorra no pocas horas de dibujo”. El tono irónico arremete contra todo lo que de contemporáneo hay en el trabajo de Acín: la temática de muchas de sus obras, su utilización de soportes “pobres”, su esquematismo. Todo ello les produce un rechazo contenido y distante que sólo se convierte en abierto insulto en el párrafo con el que cierran su artículo: “Debe destinarse el “Rincón de Goya” para exposiciones de vanguardia; es el criterio que se sigue con las enfermedades infecciosas: alejarlos de los núcleos urbanos”.

La de los Hermanos Albareda fue la única voz discordante en la prensa aragonesa. Podía resultar lógico habida cuenta de la línea editorial del medio para el que escribían. Sin embargo el explícito exabrupto final evidenciaba un odio y un desprecio a todas luces innecesario. Comparar a García Mercadal y a Ramón Acín con las enfermedades infecciosas era acercarse de forma demasiado peligrosa a lo que el Doctor Joseph Goebbels estaba defendiendo a apenas dos mil kilómetros de Zaragoza. El concepto de “arte degenerado” con el que los nazis marcaron todo lo que oliera a vanguardia y modernidad significó mucho más que un juego de palabras. A las pocas semanas de la llegada de Hitler al poder, en enero de 1933, era clausurada la escuela de arte conocida como Bauhaus. Los grandes arquitectos y artistas, Mies van der Rohe, Gropius, Moholy-Nagy, que componían su prestigioso claustro, tuvieron que exiliarse. Idéntica suerte corrió la plana mayor del expresionismo pictórico germano. Grosz, Beckmann o Klee emigraron. Ludwig-Kirchner prefirió suicidarse. Cineastas ya míticos como Fritz Lang, Billy Wilder u Otto Preminger se refugiaron en Hollywood contribuyendo con su ciencia a engrandecer la industria cinematográfica norteamericana. También los grandes literatos en lengua alemana, los enormes Heinrich y Thomas Mann, Stefan Zweig, Alfred Doblin, Robert Musil o Joseph Roth, abandonaron su patria empujados por el odio hacia todo lo que sonase a judío y a moderno. La catástrofe cultural y humana es difícilmente cuantificable y sus nefastas consecuencias perduran hasta hoy día.

No se trata de equiparar a Goebbels con los Hermanos Albareda, pero es un hecho que, apenas seis años después de escribir su ofensivo artículo, lo ocurrido en Alemania se repitió en España. Ramón Acín fue fusilado en la tapia del cementerio de Huesca el seis de agosto de 1936, sólo quince días antes que su esposa Concha, por varios “buenos vecinos” de Huesca. El estreno de “Las Hurdes, tierra sin pan” convirtió a Luis Buñuel en objetivo prioritario de los falangistas que no le perdonaron su visión extremadamente crítica del país y quisieron prenderle al estallar el ”Alzamiento”. Consiguió salvar la vida marchando a Estados Unidos para renacer como artista en Méjico años después. Al terminar la guerra, en 1940, García Mercadal fue destituido de su puesto de Jefe de Urbanismo, Parques y Jardines del Ayuntamiento de Madrid, inhabilitado profesionalmente, y sometido a un ostracismo laboral que sólo remontó en 1946 tras ganar una plaza por concurso en el Instituto Nacional de Previsión a costa de renunciar a sus veleidades vanguardistas y dedicar el resto de sus días a proyectar ambulatorios. Entre otros muchos, el de Caspe. Iñigo Manuel Marín Sancho fue fusilado en Zaragoza en 1936 por “rojo” y por masón. El Rincón de Goya fue cedido al Frente de Juventudes, primero, y a la Sección Femenina de Falange después, lo que provocó importantes modificaciones en su estructura con la apertura de huecos no previstos en el proyecto original y diversos añadidos que pervirtieron completamente su espíritu rupturista y avanzado.

Los Hermanos Albareda fueron los encargados de devolverle a la Colegiata de Caspe el retablo que la guerra le arrebató.

 

Parece que, de todos los personajes de esta narración, a los únicos a los que les fue bien fue a los Hermanos Albareda. Tras la Guerra, reponer en las paredes de las muchas iglesias profanadas los santos y retablos destruidos por los “rojos” les mantuvo ocupados durante décadas, alcanzando notoriedad, respeto social e, imagino, éxito económico. Por no hablar de la satisfacción que debió apoderarse de su ánimo al admirar la ramplona escena cultural española, su pobreza, su fealdad, su realidad censurada y cobarde, su mediocridad incentivada por el exilio de los grandes cerebros. En aquel inmenso erial los Hermanos Albareda, y otros muchos como ellos, pudieron construir un patio de recreo particular en el que retozar como niños grandes, “rodeados de barro por todas partes”, de miseria intelectual y aburrimiento, pero a salvo de cualquier “enfermedad infecciosa”.

Epílogo: No es mucha la gente que hoy recuerda a los Hermanos Albareda. Sus obras siguen ornando multitud de templos y domicilios particulares pero sus concepciones artísticas pertenecen a un pasado que ya era viejísimo cuando ellos las defendían tanto en la prensa como entre las paredes de su estudio. Quizá nacieran demasiado tarde o simplemente fueran incapaces de entender lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Hoy, “Las Hurdes Tierra sin Pan” está considerado uno de los clásicos mundiales del cine documental y nadie se atreve a discutir su valor. Luis Buñuel es aceptado en el mundo entero como uno de los más grandes genios de la Historia del cine. Aunque tarde, Ramón Acín ha conseguido alcanzar el reconocimiento que, a buen seguro, hubiera alcanzado en vida si una bala disparada a sus espaldas no la hubiera segado de forma cobarde. En cuanto a García Mercadal lo único que puede decirse es que la práctica totalidad de los edificios que hoy se levantan en el mundo utilizan las técnicas constructivas y muchas de las concepciones estéticas y espaciales con las que él proyectó aquel “polémico” Rincón de Goya que tanto desagrado produjo entre la “gente de orden” zaragozana. Podríamos hablar de la retrospectiva que en estos días dedica el CaixaForum de Palma de Mallorca a la obra de George Grosz, de la cantidad de libros que sigue vendiendo Stefan Zweig más de setenta años después de su muerte, de la reivindicación constante de la obra de Billy Wilder o del éxito alcanzado por una multinacional sueca del mueble cuyo gran mérito ha sido continuar la herencia formalista de la Bauhaus para hacerse millonaria inundando de arte degenerado millones de hogares en todo el mundo. Pero eso sería redundar. Mejor, dejemos que hablen los hechos.

Jesús Cirac

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