Siria: piedras y sonrisas pre-primaverales

Ya veremos cómo termina la historia de la Primavera Árabe; de hecho ya han pasado dos veranos y no creo que los habitantes de los respectivos países hayan notado ninguna diferencia… al menos para mejor.  La mayoría de los casos guardan una similitud inquietante con sucesos pasados de Argelia o Irán: al final acaba obteniendo el poder democrático la mayoría antidemocrática.  Parece que estemos jugando a la oca y, cuando ya has empezado a celebrar que estás llegando al final, caes en la casilla de “democracia sin educación” que te hace volver al principio.

Los informativos nos han llenado la sopera con noticias de Siria y los nombres de ciudades que sólo les eran familiares a los eruditos (“frikis”) de las cruzadas se han convertido en el pan nuestro de cada día: Alepo, Latakia, Homs… Personalmente, se me hace difícil digerir (sopa y pan no son una buena combinación) que ésas son las mismas ciudades que visité allá por 2007 y donde las únicas manifestaciones que presencié fueron de genuina hospitalidad árabe.

Ahí van unos cuantos apuntes y recuerdos desordenados, seguramente distorsionados por el tiempo, de mi experiencia pre-primaveral:

– Alepo: Su mercado cubierto tiene poco que envidiar al famoso bazar de Estambul.  O tenía… Además, había muy pocos turistas, con lo que acabamos nosotros siendo la atracción turística: el payaso con la camiseta de la avispa del Zaragoza y la compañera mostrando piernas y rompiendo cuellos musulmanes.

Siria, Alepo

Sobre la ciudad reinan las ruinas del castillo, con su icónico puente sobre el foso.  Posteriormente visitaríamos otros castillos mucho mejor conservados como el Crac de los Caballeros o el castillo de Saladino, con su impresionante acceso cavado en piedra de ochenta metros de altura.

-Damasco.  La mezquita destaca entre todas las atracciones damasquinas por sus adornos dorados y de color esmeralda… aunque viniendo de Estambul, tampoco nos impresionó.

Siria, Damasco

-Bosra.  Primer encuentro con las ruinas romanas: un circo bastante bien conservado y convertido en fortaleza.  Éxtasis arqueológico.

Siria, Bosra

-Palmira.  En medio del desierto, rodeada de la nada en doscientos kilómetros a la redonda, se erigen las ruinas de esta imponente ciudad romana.  El oasis es de postal: palmeras, campos de olivos y fuentes termales de color aguamarina.

Siria, Palmyra

-Hama. La ciudad está zigzagueada por canales con herrumbrosas norias, del tamaño de sus parientes más festivas, que ofrecen una quejumbrosa banda sonora las veinticuatro horas del día.

Siria, Hama

-Latakia.  Centro de veraneo de las élites, con playas de guijarros blancos y espectaculares atardeceres.  Aquí la mayoría de las mujeres van “apretás”, como dios manda (al menos el mío), y por fin se puede observar la belleza mediterránea que las caracteriza.  Así como nos vamos alejando de la costa fenicia (abierta al comercio y a otras culturas), la moda “Batman” se va imponiendo.

Siria, Latakia

Curiosidades y generalidades:

– Las mezquitas están iluminadas por la noche por baratas luces de neón verduzco, dando la impresión de que se trata de un extenso Barrio Rojo… pero verde.

– Las invasiones de los cruzados no sólo dejaron piedras, en mejor o peor estado, sino también un buen cargamento de genes y se puede ver el mestizaje pelirrojo por doquier.

– Eran los tiempos en que yo todavía regateaba por deporte y cinco céntimos eran un gran triunfo (todos tenemos nuestro pasado abyecto que preferiríamos olvidar).  Mis mejores dotes regateadoras las mostré cuando un taxista me ofrecía una carrera por doscientas libras sirias y le dije que cien libras o nada.  El señor tomó las cien libras de buen grado… ya que el precio inicial que me había dado eran ¡veinte libras!   Una clase extra de números árabes no habría venido mal.

Siria, Castillo de Saladino

– Entonces vivía en Turquía y Ataturk se aparecía en todos los lugares públicos posibles.  Sin embargo, quedó claro que el “dictador” otomano era un aficionadillo del exhibicionismo comparado con el presidente sirio Bashar al Assad: cada tres metros había una imagen suya.  Por cierto, acababa de ganar las elecciones en mayo con un 97% de los votos.

– Nos invitaron a bastantes casas a tomar té y frutas, nos convidaron a una comida dominical en una finca rústica (ahí sí que pensábamos que iban a sacar los palos)… pero el colmo de la hospitalidad fue en Palmira, donde nos invitaron a la celebración de una boda.  Yo me quedé con los hombres bebiendo té y comiendo cacahuetes y albaricoques y la compañera se fue con las mujeres.  En la privacidad femenina, las mujeres se presentaron en todo su esplendor y coquetería.  Al final todos nos juntamos a recorrer las calles en moto, con los indispensables caballitos (por fin me alegré de que no hubiera alcohol disponible).

– Como última curiosidad, una frase que leí estando allí del poeta sirio Abul-Ala al-Maari:

“En el mundo hay dos tipos de personas: los que tienen inteligencia y no tienen religión y los que tienen religión y no tienen inteligencia.”

¿Dónde se quedaría la sabiduría de uno de los mayores genios de la literatura siria?

Ya para terminar, lo más difícil de expresar por escrito es la genuina amabilidad y las sonrisas con las que nos obsequiaron por doquier (de los “pesaos” de los mercados ya casi me he olvidado).  Se me hace difícil imaginar que muchos de los portadores de esas eternas (al menos en mis fotos) sonrisas las deben de haber intercambiado por un triste rictus castrense.

Sergio Ferrer Giraldos

Siria, Apamea

Entradas relacionadas

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies