Taizé. Un verano diferente

 

Taizé. Te hablarán de él, pero nunca lo conocerás de verdad hasta que no estés allí. Un lugar donde encontrarse a uno mismo, donde aprender a compartir, a ser solidario y, sobre todo, un lugar para la amistad.

Qué tendrá Taizé que todo el que va se queda con las ganas de volver. Lo más curioso es que lo que principalmente te ofrece, de primeras, es lo que a ningún joven le llamaría para ir allí, que es hacer oración. Si, un sitio cristiano. Sé que suena extraño que en pleno siglo XXI siga habiendo lugares así, con el millón de actividades que tenemos a nuestro alcance. Y lo más sorprendente es que la mayoría de las personas que van son jóvenes de todo el mundo menores de veinticinco años. Es lugar para la reflexión interior y no hace falta ser creyente para poder sacarle partido. Tienen cabida todas las personas, solo hacen falta ganas de compartir, de participar, de dar lo mejor de uno mismo.

Pero, ¿qué es Taizé?

Taizé, es un pequeño pueblecito situado en la Borgoña francesa, muy cerca de Suiza. El teólogo suizo Roger Schutz (Hermano Roger), hijo de pastor protestante, lo eligió para crear allí una comunidad “con hombres decididos a dar toda su vida y que buscasen comprenderse y reconciliarse siempre: una comunidad donde la bondad del corazón y la simplicidad estuviesen al centro de todo. » Una comunidad con muchas peculiaridades:

1º Su primer objetivo fue ayudar a los refugiados que escapaban de la guerra. Era 1940 y Francia estaba totalmente dividida en plena II Guerra Mundial.

2º Es una comunidad monástica cristiana, con más de un centenar de hermanos originarios de una treintena de países y procedentes de diversas confesiones, ya que es un comunidad ecuménica, que buscan la unidad de todos los cristianos y favorecer el diálogo interreligioso.

3º La Comunidad no acepta ningún donativo y los hermanos se ganan la vida con su trabajo, y sus herencias personales las dan a los más pobres.

4º Algunos hermanos viven en lugares desfavorecidos del mundo para ser allí testigos de paz y para estar al lado de los que sufren.

5º Los que se quedan en Taizé abren sus puertas a todos los jóvenes que quieran compartir con ellos unos días en torno a la oración y al trabajo en común. Los encuentros son generalmente de domingo a domingo, aunque pueden quedarse por más tiempo. En época de verano hay semanas que hay alrededor de 5.000 personas.

6º En Taize todo es sencillez, hasta la iglesia carece de todo tipo de lujos y ornamentos, por haber no hay ni bancos, el suelo es una gran moqueta.

7º Taize ha creado un estilo propio de oración, característico por sus cantos sencillos y repetitivos en diferentes idiomas, mezclados con momentos de silencio y pequeñas oraciones.

8º  Desde hace 30 años se realizan encuentros anuales en grandes ciudades de todo el mundo, cada fin de año en una ciudad europea, desde el año pasado bajo el lema “Hacia una nueva solidaridad”. Estas, también llamadas “Peregrinaciones de Confianza”, son encuentros sencillos y discretos pero multitudinarios (el año pasado en Berlín unas 30.000 personas), siempre intentando llevar un mensaje de paz y confianza sobre la tierra.

9º Hasta peculiar fue la muerte del Hno Roger, asesinado por una mujer desequilibrada en plena oración en Taizé. Curioso final para alguien que dio su vida por transmitir la paz y la reconciliación entre los hombres.

Pero, ¿qué nos ofrece Taize? ¿Qué se hace allí?

Es la pregunta que yo también me hacia al principio. Pues bien, comenzamos el día a las 7:45 con un replique de campanas que consigue despertar hasta el más profundo de los sueños y, aún con los ojos cerrados, acudimos a la primera oración del día. Una vez acabado el tiempo de oración nos toca desayunar, un maravilloso “aguacao”, el cual conforme pasan los días te va gustando más y estás deseando que sean las 9:30 para poder tomarlo. Cuando hemos acabado, acudimos a nuestro trabajo asignado o a nuestro grupo de reflexión. En este grupo éramos diferentes personas de diferentes lugares del mundo, italianos, portugueses, españoles, holandeses, alemanes e incluso de lugares más lejanos como Canadá, Latino-América, Japón o Sudáfrica. No penséis que reflexionábamos sobre cosas complicadas. Eran cosas cotidianas, cosas que la mayoría de los jóvenes tenemos en común por muy lejos que vivamos los unos de los otros. El trabajo puede ser muy diverso: puedes ser cocinero de tres mil personas, cartel de silencio a la entrada de la oración, trabajar con niños de todas las nacionalidades, o limpiar los baños que luego usaremos todos. Que todo esté en condiciones depende de nosotros, todos nos sentimos implicados.

A las 12:30, cuando todos hemos acabado nuestros quehaceres, nos toca otra vez oración, y la comida, por fin. Después de toda la mañana pensando en ella, una fila interminable aparece ante tus ojos, y al final solo esperas que dure más porque siempre hay alguien con una guitarra para animarla y empiezas a cantar un gran repertorio de música, en el cual no puede faltar nunca la Macarena. Lo sé, es un tópico pero, aunque nos pese, es nuestra canción representativa y no hay extranjero que no la conozca.

A partir de las 17,00 se acaban nuestras responsabilidades pero siempre hay alguien que te propone algún plan al que no te puedes resistir, una excursión al lago, ir a tomar algo al Oyak, aprender algún idioma nuevo, o simplemente no hacer nada, eso sí, siempre acompañado. Después de la cena toca oración, aunque siempre llegas tarde porque te has unido a última hora a un grupo a cantar el “ai se eu te pego”, “volare” o algún tema de Gloria Estefan. Y quizá os preguntareis porqué tres veces al día oración, durante los siete días de la semana. Yo al principio de estar allí me hacía la misma pregunta, pero algo que empieza como una “obligación”, (pongo obligación entre comillas porque ahí nadie está obligado a nada) se acaba convirtiendo en algo que esperas, un tiempo en silencio donde aclarar tu mente, pensar en tu vida, en la gente que te importa, en tu futuro, sobre todo en el futuro, un futuro cargado de nuevas esperanzas. Algo que todos debemos hacer en algún momento de nuestras vidas.

Y por fin llega la noche, atrás quedan las discotecas, los tacones, y las copas. Quien dijo que se necesita más que una guitarra, tu voz, y sobre todos muchas ganas de pasarlo bien. Todos nos reunimos en el Oyak, el bar de Taizé, para dar comienzo a la noche, cada una diferente, la de los portugueses, la de los italianos, la de los alemanes y, por supuesto, la de los españoles. Muchas risas y juegos, canciones que todos conocemos y, mentirá quien diga que no se lo ha pasado bien bailando el Porompompero de Manolo Escobar. Aunque la noche sea intensa y nadie quiera que acabe y siempre pidas la última y la de detrás de la última, todo llega a su fin y cuando las luces se apagan, todos tenemos que “go to bed”.

Y por último, los amigos. Qué decir. Yo también era de las que pensaba que en siete días era imposible forjar una amistad, pero estaba totalmente equivocada. Se construyen amistades mucho más fuertes de lo que uno cree, amistades que durarán todala vida. Personasde otros países, y del tuyo propio, personas como tú, jóvenes como tú, con ganas de disfrutar de la vida y vivirla al máximo. Amigos con todas las letras. Quizás porque das por hecho que todo el que va allí lo hace para intentar dar lo mejor de si mismo, y eso junto con el espíritu de armonía y sencillez que se respira, hace que te abras con total confianza y llegues a compartir ciertos sentimientos e inquietudes que a veces ni en tu entorno habitual lo haces. Quizás también, porque vas a intentar buscar en tu interior, y lo que allí encuentras ves que es común en todos, y eso crea un sentimiento de unidad difícil de describir, donde no importa cultura ni idioma ni religión.

Taizé, una experiencia inolvidable que no cambiaria nunca, con la que he aprendido mucho, y si de algo me arrepiento, es de no haberlo conocido antes.

http://www.taize.fr/

Nuria Catalán Gracia

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