Una semana que cada vez es menos santa

Diario Público titulaba esta semana: “Alarma en la Iglesia. Desde la Conferencia Episcopal se advierte de un nuevo descenso de los que cursan la asignatura optativa de religión y moral católicas (…)”. Es un secreto a voces. Todo el mundo sabe que cada vez somos menos los “católicos” atraídos por la iglesia. Muchos, en realidad, lo somos por herencia y no por creencia. Menos devotos, menos curas, menos monjas y más bodas civiles. En España hay más bodas laicas que religiosas desde el año 2009. No es una opinión y sí un hecho: la religión pierde adeptos.

Caspe tampoco es una excepción. Aunque el joven párroco Alentorán, natural de la ciudad, está generando un repunte en las cifras de asistentes al culto, la cosa va más o menos parecida al resto de España. En el año 2011 hubo aquí 16 confirmaciones y medio centenar de comuniones, pero lo más sorprendente es que únicamente se celebraron cuatro bodas “por la iglesia”. Cuatro bodas y 125 funerales (y ésta no es una película). Debo decir que para este año ya hay previstos nueve enlaces por lo religioso pero, en todo caso, las cifras se alejan mucho de lo que venía siendo habitual años atrás. Vuelvo a demostrar que la crisis no es sólo económica. La recesión ha llegado también a la fe.

Estamos a pocos días de una fecha clave en el calendario cristiano, la Semana Santa. La de Caspe está declarada desde hace unos años de Interés Turístico Regional. Pero lo cierto es que la pasión que sienten en otras latitudes por el período sagrado no la ha habido nunca en estos lares. Aquí no hay hostias por salir de costalero ni lloros si llueve en Viernes Santo. Sin embargo, la participación en las cofradías no desciende. Incluso aumenta. ¿Qué pasa aquí?

Tengo mi propia teoría. Desde hace unos años estamos inmersos en una revolución silenciosa: la desacralización de la Semana Santa. Suena a titular periodístico, pero la verdad es que cada año que pasa la antigua tradición tiene más de cultural que de religioso. Salen procesionando algunos niños que no están bautizados. Por si fuera poco, con la Cofradía de la Flagelación está ensayando este año una niña de origen marroquí.

En la Semana Santa caspolina del tercer milenio sigue habiendo cofrades religiosos (más o menos practicantes), pero cada vez son más los que salen todos los años a procesionar, esencialmente, por motivos familiares, tradicionales, culturales, porque les gusta tocar el tambor, el bombo o la corneta. O simplemente porque les apetece pasarlo bien entre compañeros y amigos. Participar en ella es colaborar con el turismo local; para muchos, salir procesionando es poco más o menos lo mismo que llevar la camiseta de la peña en las fiestas, jugar en la maratón de butifarra o correr en la milla contra el hambre.

Así que cuando vean las procesiones llenas, respétenlas. Pero no se engañen: debajo del capirote, no es devoto todo lo que reluce.

 Amadeo Barceló Gresa

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