El 27 de septiembre se producirá un terremoto de escala mayúscula, nunca visto en la historia de España, que provocará un resquebrajamiento de la unidad del país y será el comienzo del fin del mundo tal y como lo conocemos. O eso es lo que algunos quieren hacernos creer. En realidad será un domingo más, un día más en el calendario, con el entretenimiento de que en Cataluña tendrán jornada de elecciones. Como cosa positiva se acabará la campaña electoral catalana, que tanto ruido está haciendo incluso fuera de Cataluña, y que entiendo que dentro será incluso más insoportable.
Admito que el tema del secesionismo en Cataluña me está resultando empalagoso y cargante, los políticos se están haciendo muy pesados (más aún, quiero decir) y ni desde un lado ni desde el otro parecen estar a la altura de lo que se espera de ellos. Los periodistas no ayudan, en todo caso agravan el problema, tanto el secesionista como el del empacho que nos produce tanto ruido mediático. Sin embargo, siendo unos vecinos tan cercanos, lo que ocurra en Cataluña no es algo que podamos obviar, no podemos pensar que no va con nosotros. Cierto es que pase lo que pase acerca de la secesión de Cataluña, al ciudadano de a pie, no le va a afectar apenas: tendrá que seguir madrugando para ir a trabajar, seguirá pagando impuestos, le seguirán poniendo multas de tráfico y seguirá deseando que llegue el fin de semana para descansar. Viva o no en Cataluña.
Personalmente no me parece bien que una parte de España deje de serlo, y menos una tan cercana, con la que compartimos tanto y que forma parte de nuestras vidas. Por inercia o por comodidad, a Cataluña voy cuando quiero pasar un día de playa; también prefiero ir al aeropuerto de El Prat antes que al de Barajas, que está más lejos; en Barcelona he disfrutado de algunos de los mejores conciertos a los que he asistido; en Cataluña tengo familia y amigos, y que me pongan una frontera en medio para poder ir a verlos no me hace ninguna gracia.
En una Europa donde se han estado intentando quitar barreras, no acabo de comprender que un gobierno quiera aislarse más. Y menos aún utilizando demagogias y falacias. Hablan de que España les trata de manera colonial e imperialista, cuando la maquinaria propagandística del lado secesionista se inventa el concepto de “Països Catalans” para querer anexionar a su aventura a territorios que se encuentran cómodos en España y no sienten apego a Cataluña más allá de compartir raíces lingüísticas. Los separatistas hablan de la imposición de pertenencia al estado español en contra de la voluntad del “pueblo catalán”, pero la lista independentista “Junts pel sí” está dispuesta a iniciar el proceso separatista aún sin contar con la mayoría de votos que apoye la secesión. Los secesionistas dicen que “España les roba”, cuando los que realmente les han robado han sido esos políticos que decían ser patriotas con Cataluña. Dicen que se ha maltratado su lengua, pero con la “inmersión lingüística” el único idioma que corre peligro en cataluña es el castellano, apartado de las escuelas, que sirven de centros de adoctrinamiento nacionalista a las futuras generaciones. Presumen de querer mantener su cultura y su idioma, pero en realidad han impuesto el llamado “catalá normalitzat”, aplastando otros dialectos del catalán, incluso más allá de sus fronteras (véase la Franja Oriental de Aragón o el Vall d’Arán). Observo una doble vara de medir.
Por otra parte, desde el gobierno central no se ha hecho nada para reconducir la situación. La única respuesta que dan al separatismo es el miedo. El PP les amenaza con corralitos, con aislamiento, con crisis económica… Esos no son argumentos que inciten a sentirse más español Por si fuera poco, la reciente entrevista de Carlos Alsina a Mariano Rajoy, dejando en evidencia el poco carisma del presidente, sus argumentos confusos y su pobre conocimiento de las leyes del estado, ha hecho que las tesis de “Junts pel sí” cojan fuerza. Además, a los catalanes no separatistas tampoco se les ve demasiado animados a manifestarse a favor del actual status quo.
https://www.youtube.com/watch?v=bwI_f8RHv9c
Al margen de falacias, razonamientos vacíos y resquicios legales, pertenecer o no a un país es sobre todo sentimiento. Si una mayoría de la población de un territorio desea ser independiente del resto del estado al que pertenezcan, al final lo será. Y una parte importante de los catalanes no tienen sentimiento de pertenencia a España. Con amenazas no se va a conseguir que los que no desean pertenecer a un país y quieran pertenecer a otro cambien de opinión. Yo estoy convencido que la deriva separatista está siendo aprovechada por políticos corruptos para levantar una cortina de humo que oculte su su nula gestión y sombríos negocios. Pero igual que acepto ser español a pesar de que el gobierno del estado está actualmente en poder del partido más corrupto de España, muchos catalanes parecen dispuestos a aceptar esa independencia, a pesar de lo corruptos que son algunos de sus políticos, con la esperanza de una salida a la crisis, de un futuro mejor. Creo que es dudoso que les vaya mejor separados, y supongo que al principio los catalanes de “a pie” lo pasarán bastante mal. Pero no les irá mal. Todos los países que se independizan de sus “madres patrias” siguen adelante. Si finalmente se da el caso y se llega a declarar un estado catalán independiente, con el tiempo entrarán en la Unión Europea, todo se estabilizará, y las relaciones con España se normalizarán. No será el fin del mundo. A las empresas les interesa seguir haciendo negocios, y las grandes compañías seguirán teniendo títeres en ambos gobiernos para que la situación vuelva a ser propicia para seguir ganando dinero. El dinero lo mueve (casi) todo.
No me gustaría ver una Cataluña tras una frontera entre Maella y Batea, y tal vez no sea algo inmediato, ya que según las encuestas el separatismo no tiene mayoría de votos, pero me temo que sólo es cuestión de tiempo que eso llegue. Mientras tanto, disfruten del espectáculo mediático.
Javier Giménez
