Camina o revienta. Primarias en el Psoe caspolino.

En apenas unas horas, los socialistas caspolinos votarán al que, en apenas unos meses, quizá se convierta en alcalde de Caspe. Y digo quizá porque, a día de hoy, pocos se atreven a pronosticar un resultado. De hecho, pocos se atreven a pronosticar incluso qué fuerzas concurrirán a los comicios de mayo, tal es el cúmulo de rumores y especulaciones, más o menos fundadas, que circulan por ahí. Al menos con los socialistas la cosa está clara. Las primarias se han convertido ya en una feliz tradición democrática en el PSOE. La de hoy, no obstante, es una cita extraña. Cierta crispación sacude a muchos miembros de la agrupación local. El pequeño revuelo que ha producido la irrupción de una candidatura alternativa, encabezada por el abogado Javier Catalán, frente a la “oficial” representada por Jesús Senante, viene a demostrar que una cosa es aceptar las tradiciones y otra bien distinta aceptar que las cosas sucedan de forma distinta a como estaban programadas.

El PSOE caspolino ya no es lo que era. No lo digo yo, lo dicen los números. Menos militantes, menos concejales, menos opciones de gobernar. Paradójicamente, Caspe sigue decantándose por la izquierda en otras citas electorales. Es en las municipales donde peores resultados cosecha. Sería injusto exigirle la misma lozanía que hace veinte o treinta años, el paso del tiempo desgasta, las personas se cansan, las extrañas alianzas electorales del pasado lastran, la moción de censura golpea. Pero no sería menos injusto ampararse en todo lo anterior para dejar de poner de manifiesto esa progresiva pérdida de influencia política en una ciudad en la que el PSOE lo fue casi todo hace no tanto.

Lo cierto es que hoy, y quien sabe si también durante los próximos cuatro años, en una ciudad de izquierdas, como Caspe, gobierna la derecha. No es mi pretensión desgranar aquí las causas de esa, perdóneseme la expresión, decadencia. Pero sí que me gustaría hablar de sus efectos más inmediatos. El más importante de ellos es la ausencia de una oposición consistente a las políticas del tripartito. Quizá lo que más echan de menos los simpatizantes socialistas caspolinos, y también muchos votantes indecisos, sea  precisamente eso. Puede afirmarse que la errática política municipal emprendida por el tripartito en estos últimos dos años no ha tenido contestación alguna. Y no porque no haya ocasión. La lista de despropósitos es larga y variada. A los clásicos (Club Náutico, Plan General, política de personal, Pescadores, hotel Latorre, Herradura, Radio Caspe, Rosaleda, Residencia…) se suman ahora nuevos y divertidos fichajes (Cooperativa Ganadera, despacho de Alcaldía, catastrazo…) Argumentos de sobra para que un equipo de oposición serio, valiente y motivado pudiera afilar los cuchillos y darse un verdadero atracón. Argumentos de sobra para poder afrontar la próxima cita electoral con muchas garantías de éxito.

Pero no. La realidad es otra. Los plenos son casi un paseo militar para el equipo de gobierno, los fallos propios son sistemáticamente trasvasados a la eterna conspiración socialista para acabar con Caspe y los aciertos metódicamente apropiados por un equipo de gobierno integrado en un alto porcentaje por personas carentes por completo de experiencia política o de gestión. Por no hablar de la absoluta ocupación de la opinión pública caspolina. Las comparecencias de los martes en Radio Caspe son un tostón pero ahí están siempre, sistemáticas, puntuales. Las columnas en la Comarca son ñoñas y redundantes pero no faltan brazos para contribuir a su mantenimiento. Sumémosle a ello el apoyo inquebrantable de la todavía anónima “Verdad de Caspe” o del casi siempre ininteligible “Guadalope” y su voluntarioso ejército de anónimos insultantes. Estamos todos de acuerdo en que tanto “La verdad” como “El Guadalope” apestan y que su alcance es muy limitado, pero el hecho de que existan y estén perfectamente coordinados demuestra que, tras su bajeza y su cobardía, existe al menos una línea y una voluntad política clara. Algo de lo que el PSOE caspolino podríamos  decir que carece.

Les pongo un ejemplo que entenderán. 2014 arrancó con una batería de artículos dedicados al PSOE a propósito del IBI. Con perfecta coordinación, los anónimos redactores de “La verdad de Caspe” (“Las llaves del IBI caspolino”), el obstinado padre de familia de casi sesenta tacos y dos hijos mozos al que le gusta travestirse de dulce Marina en “El Guadalope” (“IBI Caspolino… ¿perdonado?” ) y el nuevo empleado de la O.C.A, entonces empleado de la oficina de turismo, (“IBI, Caspe, que no Alicante”) se emplearon a fondo para demostrar que hubo una mafia en Caspe dedicada al tráfico de IBIS. Desentrañar la trama dejaba al descubierto dos cosas: Una, que detrás de ella estaba, como no, el inevitable PSOE que así se garantizaba el favoritismo, el clientelismo y tal y tal. Dos, que el tripartito justiciero había puesto fin a esa situación metiéndole mano por fin al catastro y trayendo la paz y la armonía fiscal a la vida de los caspolinos. Pues bien, solo un año después aquella armonía fiscal se ha convertido en alarma social, aquello que hace un año era mérito de la gestión de tripartito ahora se presenta como una seria amenaza electoral que conviene neutralizar con urgencia. Entre medias lo que ha ocurrido es que a cientos de caspolinos les ha tocado pagar más de lo que pagaban y una cosa es un artículo y otra distinta meterse la mano en el bolsillo y apoquinar. Muchos de los que hace doce meses reían las gracias de los activos voceros de tripartito han corrido estos días a decirle a sus concejales que no les hace ninguna gracia la nueva situación y que hagan algo ya para evitarlo o, al menos, paliarlo. Y el tripartito, fiel a su política populista basada en los acontecimientos y en la total falta de previsión, ha convocado un catártico pleno extraordinario a través de las redes sociales, ha vuelto a movilizar a sus apoyos para contrarrestar otra previsible fuga de votos a pocos meses de la gran cita. Una situación como la descrita permitiría a cualquier partido en la oposición golpear duramente, sin compasión. La pregunta es: ¿lo harán los socialistas caspolinos?

A pesar de todo, yo sigo pensando que el PSOE caspolino lo tiene fácil y el propio proceso de primarias así lo certifica. La mera existencia de una candidatura alternativa es un síntoma de que todavía hay vida. Las fuerzas que integran el tripartito darían un ojo de la cara por disponer de alternativas, enfrascados como andan en la dificilísima tarea de formar listas, habida cuenta de la desafección que también ellos generan entre sus simpatizantes. La irrupción de una candidatura alternativa debería ser vista como una oportunidad y nunca como una amenaza. Es mucho menos importante saber quién va a ser el candidato a la alcaldía que saber que, sea quien sea, detrás de él habrá una organización en perfecto estado de revista, unida, concentrada, lista para disputar la hegemonía política con el apoyo de sus miembros y una estrategia clara para conseguirlo.

Los socialistas caspolinos deben, de una vez por todas, asumir que la inercia ya no les va a servir para ganar elecciones. Muchos de sus votantes fijos ya no están entre nosotros y las nuevas generaciones difícilmente podrán empatizar con una organización que, desde fuera, es vista más como una secretísima logia masónica que como una moderna fuerza política. Los socialistas caspolinos deben abrir las puertas, salir a la calle y esforzarse por atraer a esos cientos de votantes de izquierdas que, a día de hoy, ni se plantean otorgarles su confianza. Hoy, a pesar de que muchos creen lo contrario, tienen una excelente oportunidad de dar el primer paso en la dirección correcta. Con independencia de quien gane las primarias, deben aprovechar la ocasión para poner patas arriba su casa y aprovechar todas las fuerzas disponibles para conformarse como primera fuerza política en el enrevesado panorama local. Converger es la palabra de moda, integración la idea que debería presidir todos los pasos que dé la agrupación socialista caspolina a partir de mañana. Deben mentalizarse de que no se pueden permitir el lujo de despreciar a nadie porque van a necesitar todos los recursos si quieren remontar el vuelo. O eso o resignarse a no ganar.

 ¿Y El Agitador? Pues bien, gracias. Con problemillas, como todas las familias, pero con el ánimo siempre alto y la cintura suficiente. Tenemos un montón de trabajo por hacer. Nos vemos.

Jesús Cirac

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