Este año han fallecido Leandro Saún Ràfales y Carmen Casas Godessart, dos luchadores incansables que mantuvieron una coherencia vital e ideológica hasta el último día de sus vidas. Sirvan estas líneas para recordarlos.
Carmen Casas: las líneas de una vida para alimentar su recuerdo.
Carmen Casas Godessart nació el 25 de abril de 1921 en Alcalá de Gurrea (Huesca), aunque pocos meses después la familia se trasladaría a otro pueblo de esa misma provincia, Ayera. Con 13 años de edad, la familia emprendió un nuevo traslado porque su padre, maestro de profesión, fue destinado a Almacellas. En 1935 comenzó a estudiar bachillerato en un instituto de Lleida. Sería entonces cuando empezó su militancia en la Juventud Socialista Unificada. Se examinó de tercero de bachillerato en junio de 1936, pero ese septiembre no pudo comenzar el cuarto curso porque la guerra civil había estallado y con ella quedó paralizada toda posible actividad académica, suponiendo el regreso de Carmen a Almacellas con su familia.
Un año más tarde, en septiembre de 1937, se reanudaron las clases y Carmen volvió a Lleida. Allí le sorprendió la evacuación de la ciudad, en marzo de 1938. Se reencontró con sus padres y sus hermanas en Vilanova i la Geltrú. El padre de Carmen, Jesús, fue nombrado por la Generalitat responsable de una colonia de niños en Girona, donde se trasladó junto a su mujer, Nieves, y dos de sus hijas, Consuelo y Montse. Su otra hija, Carmen, se quedaría sola en Vilanova con la intención de acabar sus estudios. Y sola sería como tendría que emprender el exilio unos meses después.
Hacinada en un tren, llegó hasta Arràs, en el departamento del Aube, y allí fue recolocada en un grupo no muy numeroso, ubicándose en un pueblo pequeño de las inmediaciones de Arràs. Estando allí, y gracias al trabajo de búsqueda llevado a cabo por el Partido Comunista Francés, sería localizada por su padre. Carmen consiguió reencontrarse con sus padres y sus hermanas, quedando todos internados en el campo de Saint Chely d’Apcher. Pero sería muy poco el tiempo que allí estuvieron, ya que el gobierno francés, como consecuencia de la guerra mundial, decidió deshacerse de algunos de los campos de refugiados existentes y reagrupar a los españoles en menos espacios. Según esta normativa, los Casas fueron trasladados al campo de Langogne, donde estuvieron hasta febrero de 1940. Cuando Jesús fue reclutado por el gobierno francés y enviado a la Línea Maginot, las mujeres de la familia también abandonaron el campo, buscando un piso en el pueblo. Mientras Carmen, su madre y sus hermanas hacían todo lo posible por sobrevivir, Jesús conseguía burlar la suerte de una detención alemana, reuniéndose de nuevo con su familia. A partir de ese momento, y ya en 1941, comenzó la colaboración de todos los Casas en el trabajo de reorganización política de los españoles en Francia.
Hasta Langogne se trasladó un día Leandro Saún, responsable de la organización de grupos guerrilleros en el sur de Francia, con la intención de mantener una reunión con Jesús Casas y analizar las posibilidades organizativas existentes en la zona de La Lozere, Gard y Ardeche. Poco tiempo después de aquella visita, Carmen fue responsabilizada de la reorganización de la juventud en dicha zona, actividad que compatibilizó con la de enlace de la resistencia. Ambas actividades supusieron varios encuentros con Leandro, quien poco tardaría en convertirse en su compañero de vida.
En septiembre de 1943 Leandro pasó a España atravesando la frontera. Y desde ese momento Carmen ya no supo nada más de él.
De momento, Carmen no tenía previsto volver a España ya que el trabajo dentro de la resistencia francesa era, por entonces, excesivo. Pero un día de abril de 1944, cuando regresó a su casa, su madre le informó que aquel ya no era lugar seguro para ella, ya que los alemanes la estaban buscando. Abandonó Langogne lo más rápido posible, llegó a Nimes y desde allí emprendió viaje hasta la zona minera de Gardana (Marsella). Las pesquisas de la Gestapo en esta última localidad obligaron a Carmen a retroceder hacia Nimes y de allí, por decisiones del partido, a Perpignan con la intención de que preparase su regreso a España.
La noche de San Juan de 1944, Carmen atravesó los Pirineos entrando en España bajo el pseudónimo de Elisa y con un grupo de nueve personas. Al llegar a Figueras el grupo fue divisado por la Guardia Civil, detenido y conducido a la cárcel de Girona. En este último lugar se les preguntó por algún familiar que pudiese hacerse cargo de ellos y Carmen dio el nombre de una prima de su padre que vivía en Sabiñánigo.
Desde esta localidad altoaragonesa únicamente envió dos cartas: la primera a su tío Miguel, en Huesca, para decirle dónde estaba y asegurarse que éste avisaría a sus padres; la segunda, a Gandesa, a casa de la familia de Leandro, con la intención de que le dijeran cuál era su paradero. La contestación a esta segunda carta fue que Leandro se encontraba “trabajando en Torrero”. Carmen sabía lo que eso significaba, que su compañero había sido detenido y se encontraba cumpliendo condena en la Prisión Provincial de Zaragoza.
Carmen no se lo pensó y se trasladó hasta Zaragoza para buscar trabajo y poder atender a Leandro. Como en aquellos momentos no tenían una situación de pareja legalizada, para ir a verlo a la cárcel adquirió una cédula con el nombre de Consuelo Saún, hermana de Leandro.
En una de las visitas a la cárcel de Torrero conoció a la madre de Alfonso Escanero, por indicación de Leandro, desde dentro de los muros carcelarios. Con Isabel Bailo, y posteriormente con su hijo Alfonso cuando éste saliese en libertad, comenzaría a forjarse una gran amistad y colaboración política. Una colaboración que se basaba en la solidaridad con los presos políticos del franquismo y en la reorganización de la Unión Nacional Española en Aragón.
Estando en Zaragoza, comenzó a trabajar en la cafetería Ambos Mundos. Trabajar allí le permitió, por un lado, ganar un dinero con el cual preparar paquetes de comida para llevárselos a Leandro a la cárcel y, por otro, le facilitaba encontrarse con sus compañeros ideológicos de la UNE, en general, y del PCE, en particular. Esta acción política conllevó la detención de Carmen en septiembre de 1945, en un expediente en el que quedaban incluidos ciento setenta nombres. Carmen fue detenida en Madrid, torturada y, finalmente trasladada a la Prisión Habilitada de Predicadores.
En junio de 1945, Leandro fue trasladado a la cárcel de Tarragona para ser juzgado en dicha ciudad. Así que cuando Carmen salió en libertad en 1946 se trasladó a Tarragona. Allí comenzaría de nuevo su actividad de “mujer de preso”, de continuas visitas a la cárcel, de privarse de comida para enviársela a él, de mandar cartas a autoridades eclesiásticas y militares con el fin de suavizar la condena, una vez conmutada la pena de muerte, de colaborar con otras mujeres en la misma situación que ella y de seguir estando en el punto de mira del control franquista.
De manera paralela a su apoyo constante al interior de la cárcel de Pilatos, Carmen fue realizando diversos trabajos y estudiando enfermería. Título, este último, que le permitió trabajar en la clínica del doctor Monegal. Fue una época dura, de muchos esfuerzos e incertidumbres.
El 3 de mayo de 1953 Leandro solicitó a la dirección de la Prisión Provincial de Tarragona permiso para contraer matrimonio en dicho establecimiento con su prometida Carmen Casas Godessart, permiso que fue concedido para el 29 de mayo. Así pues, cuando Leandro salió en libertad, su situación de pareja ya estaba legalizada.
A partir de este momento comenzaba su vida en común. Leandro consiguió comenzar a trabajar y, tiempo después, llegarían los dos hijos del matrimonio: Rosa Nieves, en septiembre de 1957, y Leandro, en abril de 1960.
A pesar de las diversas dificultades por las que pasó la familia en una época en la que haber sido preso de las cárceles franquistas seguía representando un signo de estigmatización, Carmen y Leandro siguieron apostando por la lucha contra la dictadura y en defensa de una necesaria democracia. Reorganizaron el PSUC en Tarragona y colaboraron intensamente en el trabajo político de CCOO. Pero su actividad política no cesó con la llegada de la democracia. Ni siquiera concluyó con el irrefrenable avance de la edad. Lucharon hasta el final, juntos e incansablemente.
Carmen fue una mujer ejemplar, fuerte, coherente y generosa. Era consciente de la necesidad de mantener viva la memoria del antifranquismo y no escatimó en esfuerzos por difundirla. Recorrió foros, congresos, institutos y universidades para contar su historia. Abrió las puertas de su casa a todo aquel dispuesto a adentrarse en la investigación de una época de represión, oscuridad y lucha. Ofrecía su testimonio arrastrándolo hasta la actualidad con ánimo de convertirlo en un elemento de conocimiento del pasado y comprensión del presente. Carmen era una mujer inteligente, lectora imparable y selectiva, crítica, afable, educada, defensora de la igualdad y de la justicia. Un verdadero referente de mujer que permanecerá vivo en el cielo de la memoria.
Leandro Saún. Toda una vida de lucha.
Leandro Saún Ràfales nació en Gandesa el 17 de enero de 1912 en el seno de una familia trabajadora. Un siglo más tarde, el 21 de enero de 2012, Leandro pudo asistir al acto que sus amigos, familiares y compañeros de partido le organizaron en Tarragona para conmemorar sus 100 años. Junto a él estuvo su inseparable compañera, Carmen Casas. Leandro no ha sido uno de los grandes personajes de la historia, más bien ha sido una persona que, como miles de españoles, se opusieron a la Sublevación Militar del 18 de julio de 1936; tuvieron que luchar en la guerra civil; soportaron el ataque de las tropas franquistas mientras se veían forzados al exilio y fueron encerrados en los campos de concentración franceses.
Su historia, de una gran intensidad durante la guerra civil española, tomó un nuevo rumbo cuando salió del campo de concentración de Argelès Sur Mer. Leandro fue obligado a trabajar en una compañía Todt, donde fue sometido a largas horas de duro trabajo. Después de varios meses, logró huir junto con varios compañeros. Fue entonces cuando contactó con miembros del Partido Comunista en Francia y comenzó a desarrollar una intensa lucha contra los nazis en el mediodía francés. Fue, precisamente, en el sur de Francia donde conoció a Carmen Casas, que años más tarde se convertiría en su esposa y en la madre de sus dos hijos. En poco tiempo, Leandro se convirtió en un destacado dirigente del Partido Comunista en Francia como responsable político de los departamentos de Gard, Ardeche y Lozere, planeando actos de sabotaje y de propaganda política.
En septiembre de 1943 fue enviado a España para, en un principio, hacerse cargo de la dirección del partido en Andalucía. Por azares del destino acabó en Zaragoza, donde se convirtió en un destacado dirigente político haciéndose cargo de la secretaría política del partido de Aragón constituyendo un comité regional que aglutinaba las regiones de Aragón, La Rioja y Navarra donde llegó a organizar la UNE. Después de ser delatado por un compañero del partido, fue detenido el 8 de febrero de 1944, torturado durante 9 días en la comisaría de Vigilancia de Zaragoza y después conducido a la Prisión Provincial de Zaragoza, también conocida como cárcel de Torrero. Allí pasó varios meses, soportando la insalubridad, los castigos, el hambre y el hacinamiento. En la prisión conoció a otros destacados personajes de la lucha antifranquista, con quien llegó a forjar una gran relación, como fue el caso de los hermanos Escañero.
A mediados de 1945 Leandro Saún fue trasladado a Tarragona. Él recordaba perfectamente ese día. Para entonces, Carmen ya estaba en Zaragoza y, además de visitarle y llevarle algo de comida, dinero y ropa limpia a la prisión, se había convertido en una pieza clave en la comunicación entre los presos y el partido. El 16 de junio de 1945 Leandro abandonó su celda de la cárcel de Torrero y se despidió de algunos de sus compañeros. Antes de salir de la prisión, dos guardias civiles se hicieron cargo de su custodia. Esposado y acompañado por los miembros de la benemérita Leandro cruzó la puerta de entrada de la cárcel, allí le esperaba Carmen, quien había pedido unos días libres en su trabajo para acompañar a Leandro en su viaje a Tarragona. Juntos, de nuevo, y acompañados por dos guardias civiles iniciaron un largo viaje que les permitió, después de tantos meses, pasar unas horas juntos lejos de las celdas, los barrotes y la miseria de la prisión. Un tiempo que ambos aprovecharon para mirarse y demostrarse el cariño que se profesaban. Era como si, desde el mismo momento en el que ambos se encontraron en la puerta de la prisión, se hubiera abierto un paréntesis en sus vidas que les mantenía aislados de la dura realidad de la que eran víctimas.
Al llegar a Tarragona, sus vidas se separaron una vez más. Leandro fue conducido hasta la cárcel de Tarragona y Carmen tuvo que iniciar sola el viaje de retorno a Zaragoza. A los pocos días de llegar a Tarragona Leandro fue sometido a un juicio sumarísimo y condenado a pena de muerte. Durante 4 años, permaneció aislado en una celda de la Prisión Provincial de Tarragona (cárcel de Pilatos). Leandro siempre contaba la anécdota del capellán de la prisión: todos los días, después de toque de silencio, el capellán de la cárcel de Pilatos pasaba por delante de las celdas de los condenados a muerte dando tres toques a la puerta y diciendo a cada uno “Hijos, dormid tranqjuilos”. Ese gesto y esas palabras significaba que esa noche esos presos serían sacados y fusilados. Cada noche de esos largos cuatro años el capellán pasó por delante de la celda de Leandro, dando esos tres golpes y profiriendo las mismas palabras. Aunque Leandro nunca fue “sacado”.
En 1949 la pena de muerte fue conmutada por la de 30 años de reclusión. Después de 12 años de cárcel, el 7 de diciembre de 1954 fue puesto en libertad. A su salida de prisión intentó organizar su familia, junto con su compañera y esposa Carmen Casas, y juntos continuaron luchando en la clandestinidad por la libertad, convirtiéndose en unos referentes del PSUC en la lucha antifranquista y en fundador del sindicato Comisiones Obreras CCOO en Tarragona.
Leandro recibió varios homenajes a lo largo de la democracia por el papel que jugó durante la dictadura, pero quizá, este último fuera el más emotivo y especial tanto para él como para sus compañeros. Matías Vives, su familia, sus amigos y muchos compañeros del partido estuvieron aquel día 21 junto a Leandro para reconocerle públicamente su labor, su lucha y para transmitirle su cariño y amistad. Leandro, falleció en febrero de este año 2013, tras haber cumplido 101 años de edad. Aunque él ya no está con nosotros, nos quedan sus palabras, sus recuerdos y su memoria.
Irene Abad Buil e Iván Heredia Urzáiz son autores de libro Leandro Saún y Carmen Casas. Organización política clandestina en la Zaragoza de los años 40, Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2008.