CASPE LITERARIO. El Poeta Rey del Corral y la pintura de Lorén

El primer contacto del poeta Rey del Corral con Caspe no fue a través de la pluma y del tintero, sino del pico y de la pala. En 1960, cuando cursaba Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, participó en unas prácticas estudiantiles de arqueología en el cabezo de Monleón. Ese poblado lo trasladaba diariamente al umbral de la historia, viaje intelectual que motivó un guión radiofónico de  siete folios concebido como obra literaria. A este inédito ya me referí en un anterior artículo: El poeta Rey del Corral y su guión de radio.

En apenas un par de semanas, la campaña de excavaciones concluyó: «Hemos dispuesto todo en cajas para su traslado a ese otro lugar de los olvidos precintados y clasificados que es un museo».

La juventud pasará pronto; la vocación arqueológica también. A lo largo de la intensa y concentrada vida de José Antonio Rey del Corral (falleció en 1995, a los 56 años de edad) puede localizarse algún que otro hito caspolino que reseñar en esta serie de un Caspe literario que hoy presenta su entrega número 27.

Nuestro autor tocó todos los palos de la escritura, aunque en letra impresa solo hayan sobrevivido, principalmente, los versos y los artículos de prensa.

Van en cremallera los títulos de algunos de sus volúmenes: Poemas de la incomunicación (1964), Cánticos colectivos (1968), Tiempo contratiempo (1977), Cancionero de dos mundos (1978), Antología (1982), Décimas de la tercera orilla (1984), Poemas del sentido (1988), Inventario (1990), Parlapalabra (1995), Heterodoxias 82014).

Como columnista de variopinta temática, citaré solo los medios en los que colaboró en la recta final de su vida: Andalán, El Día, El Periódico de Aragón… (donde, incluso, se podrá encontrar un ramillete de trabajos que podrían ser catalogados como ensayos breves).

Dedicado a la enseñanza de dos de sus pasiones (literatura y cine), peregrinó para recalar en aulas de prestigio: Reino Unido (Glasgow 1962-1964), Teruel (1965), Santander (1965-1966), Colombia (Bogotá 1967-1970, donde dirigió la revista literaria Acteón), Panamá (1970 – 1974)…

Regresó definitivamente a Zaragoza antes de morirse el dictador, militó en el PCE y se vinculó más tarde al espíritu de Izquierda Unida. En 1996, Pérez Lasheras sintetizó de este modo esta vertiente de su actividad: «Su actitud ideológica y ciudadana se ha caracterizado siempre por huir de la política de escaparate y por sentir el compromiso desde la base, sin escurrir el bulto pero sin afán de protagonismo».

Tras pasar por las tarimas del colegio Santo Tomás de Aquino (el de los labordetas) enseñó sociología en la Universidad de Zaragoza. Su presencia en foros culturales y comprometidos fue constante, tan prolífica como su atinada capacidad versificadora. En algunas estrofas perfila autorretratos:

 

Tengo una tristeza existencia que tiene su raíz

         en haber nacido muerto.

         Me temo que es una tristeza contagiosa y sin remedio.

(De «Poemas de la incomunicación», 1964).

 

No tengo nada que objetar al río.

         Igual que él soy surco del paisaje,

         un frenesí de piedras, un estiaje,

         un ir hacia el sosiego desde el brío.

(De «Cancionero de dos mundos», 1978).

 

Que desfilen ahora tres opiniones sobre el autor y su obra, firmadas por tres reputados nombres de la literatura:

«Poeta de la existencia vigilante y, por tanto, poeta de la resistencia» (Rosendo Tello).

«Poeta profundo, serio e introspectivo, que alcanza calidades excepcionales en la expresión del pensamiento, así como del dominio de la imagen lírica y del símbolo» (Emilio Alfaro).

«Prolifera metáforas, simbolismos, ideologías múltiples, recursos expresivos, en alguna ocasión de gran  belleza» (Gil Comín Gargallo).

José Antonio Rey del Corral. Imagen: poetassigloveintiuno.blogspot.com.es

Rey del Corral se sintió atraído por las artes plásticas. Supo disfrutar contemplando la obra de los creadores de su tiempo, con muchos de los cuales enhebró amistad. Es el caso de la pintora caspolina Maribel Lorén Ros, cuyos cuadros describe con estos versos a mediados de los ochenta:

Las formas son el mundo

         claro, son la amplitud

         del ser, su multitud,

         o el verso donde abundo.

         Lo negro es lo iracundo.

         Sobre el cuaderno blanco,

         lo negro, que es profundo

         -demonio, carne, mundo-

         hiere al ser, da en el blanco.

(Del catálogo de una exposición en CAZAR-Zaragoza, 1985).

En la antología Poemas. Selección 1964-1987,  editada en el último año, Rey del Corral vuelve a dedicar una composición a los trabajos de nuestra paisana Lorén. De los 33 versos, elijo media docena:

Ya no espejo de imágenes que las formas devuelven,

         ningún rostro o paisaje o concreto volumen.

         Una mancha es un susto que nos viene de lejos

         y hay algo gris como un lápiz que escruta el destiempo,

         que nos tizna borrándonos

          contra el azogue profundo.

(Del poema «Expresión y destino»).

En fin, en 1989 el escritor trenza su prosa en el catálogo de la exposición de pinturas que Lorén Ros presentó en el Monasterio de Veruela: «Me adentro en una vertical poesía confabulada de eternidad, en una tentativa de luz que prolonga su raíz, en lo que la tierra convoca, hacia ese horizonte de altura al que aspira como cielo, más allá del formato que la contiene».

Alberto Serrano Dolader

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