Desde mi ignorancia: los monos o el arco del triunfo

Están tramitando una ley anticorrupción en el Congreso, en el Senado, en la Comisión de no sé qué o donde sea que les toque hacerlo.  Tiempo perdido.

Porque escéptico soy un rato con la intencionalidad de los actos de los demás, pero es que este proyecto se lleva la palma: estoy tan convencido de su inutilidad que si tuviese alguna efectividad esa ley habría que reponer a la voz de ya a TODA la clase política de este país.  Por cínicos.

Al margen de las medidas económicas, y en ocasiones excusándose en ellas, el gobierno va modificando poco a poco nuestro estado de vida.  Me niego a llamarlo de bienestar.  Tampoco es ninguna sorpresa pues todos los gobiernos cuando llegan al poder cambian a su antojo lo que se les antoja.  Zapatero y Aznar hicieron lo mismo.

Ahora bien, en maldita hora les han estallado varios casos de corrupción al mismo tiempo, acompañados de miserables e inmerecidas indemnizaciones millonarias y dietas varias por ocupar asientos vacíos.  Por todo ello, y a regañadientes, buscando un acuerdo de apariencia, se han puesto manos a la obra para crear un par de leyes de cara a la galería: la de transparencia y la anticorrupción.  La primera es de risa, pero es que la segunda directamente no deberían hacerla.  De verdad.  Con el corazón en la mano lo escribo.  Por cierto, en el acuerdo político para esas leyes ni siquiera será necesario que entre alguien más que los dos «grandes» partidos políticos.  Quizá CIU, ya veremos.  Pero las propuestas de los demás no serán imprescindibles.  Al tiempo.

¿Que por qué será una pérdida de tiempo?  Porque en este país no hay NINGUNA voluntad política de luchar contra la corrupción.  Porque ustedes podrán ayudarme, pero si la memoria no me falla, no recuerdo ningún caso llevado a los juzgados por personas de su mismo partido político.  Solo acusan a los demás y siempre y cuando no haya coaliciones por el medio.  Y que nadie me cuente que ninguna de las personas que «trabajaban» políticamente con las personas que han sido condenadas habían visto comportamientos irregulares.  Y si nadie denuncia a un compañero de partido, el silogismo es sencillo: todos están sucios.  Al menos moralmente.  Porque la corrupción política está demostrada en los casos que ha habido condena y se supone en aquellos que prescribieron, en los que hubo defectos de forma que los anularon, en los que hubo falta de pruebas…  Demasiadas veces suena el río como para saber que además hay otras cuantas ocasiones que escapan sin ser tan siquiera sospechosos.  Y si con diez, quince, veinte casos anuales de corrupción a cualquier nivel, ninguno de ellos es denunciado por compañeros de un mismo partido, ya les digo yo que no es necesaria esa ley.  Lo que es necesario en este país es voluntad.  Es denunciar ante el Juzgado las actuaciones que estás viendo en tu ayuntamiento, en tu diputación o en tu partido.  Pero claro.  Si denuncias, no subes.

Hacen estos políticos como aquellos monos.  Seguro que los conocen: el uno se tapa los oídos, el otro los ojos y el último la boca.

Como dijo Miguel Angel Revilla, si quisieran acabar con ella, que le den 100 millones de euros, que parecen muchos pero no son nada, a la Fiscalía Anticorrupción y santas pascuas.  Que les doten de medios.  Porque los únicos que luchan contra ella son los jueces y la Policía.  Aunque luego se empeñen en desacreditarlos cuando el viento no les sopla a favor.

Y es por todo ello que yo esta ley, antes siquiera de ser parida, me la paso por el arco del triunfo.

Daniel Baquer

los tres monos sabios

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