La Marca España (o la madre que la parió)

Cada vez que oigo estas palabras, imagino a una persona en el paro, incapaz de pagar la hipoteca, y a punto de perder su casa. Llaman insistentemente al timbre. Abre la puerta, y se topa con un tipo cutremente trajeado, oliendo a pachuli y con aire de cliente preferente de puti-club de carretera. “Vaya, hombre…, a ver qué quiere éste ahora”, masculla. De repente, el comercial saca una casette de gasolinera del bolsillo, la enchufa en un viejo Casio, y cuando empieza a sonar a todo trapo el himno de España, canturrea: “Marca España, oiga… lo tengo barato, oiga… Marca España…” “¿¿¿QUÉE???…!!!MARCA ESPAÑA!!! TE VOY A DAR YO A TI MARCA ESPAÑA, CAGÜENTOLOQUE@01001@***(¡)%=….”

Según el sermón del ministro García-Margallo, si protestas o te manifiestas, poco menos que cometes traición a no se sabe qué. Que si damos mala imagen en el extranjero, que si la marca se resiente… Debe ser que el asunto Bárcenas, el caso Nóos-Urdangarín-Infanta, las esperpénticas ruedas de prensa de Cospedal, y las apariciones fantasmagóricas de Rajoy para el cachondeo de los corresponsales extranjeros, favorecen a la marca, ya que el hombre no dice ni pío. Bueno, sí que dice. Cuando le fue retirada la imputación a la infanta Cristina, declaró que se alegraba, diciendo: “porque es una infanta”. Eso sí, no sea cosa que se apruebe alguna reforma, recorte, privatización, decreto-ley (cuyo uso va para el Guinnes en el último año y medio), que entonces no se calla. Sucedió con la inicial subida de tasas judiciales de Gallardón por ejemplo, que García-Margallo no dudó en apoyar porque beneficiaba a la marca España. Figúrense al último ruso, chino o jeque con dinero, ansioso por saber si se han subido los costes judiciales de una vez y poder importar chorizo, o comprar un traje de faralaes para sus fantasías sexuales, que lo exótico tiene mucho morbo…

A mí, esto de la marca España me suena a la última reformulación nacionalista en clave de marketing, el Spain is different de Fraga versión 2.0. Y ya se sabe lo que ocurre con la publicidad y la mercadotecnia: se trata de esconder las propias miserias, mentir descaradamente, y vender humo al primer incauto. Pero puestos a hacerlo, ya podía el ministro dirigirse mejor hacia el mercado internacional, que supongo que debe ser el objetivo de la marca España, en lugar de utilizar las dos dichosas palabras para deslegitimar protestas sociales y defender medidas del gobierno. Aunque bien pensado, igual en algo sí que tiene razón. Después de dos siglos dándole vueltas a qué leches es esto de España, ahora resulta que es una marca. Como Acme. O como Mariscos Recio.

Óscar Adell Ralfas

 

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