Se cierra la campaña electoral. Coma toda la carne de vaca asada que usted quiera por solo un euro.

Quería escribir una despedida de campaña, un resumen de lo que han sido estos dos años tripartitos, una crónica de lo que la gente dice, comenta y rumorea ante retos como el del domingo. Quería ponerme a ello pero no puedo. Quería hablarles de fuentes rescatadas del olvido a golpe de brigadilla y de fuentes condenadas al olvido a golpe de retro, de candidatas que dejan la política por temas personales para regresar al cabo de quince días con más fuerza que nunca y de alcaldesas a las que ni los suyos dejan volver a intentarlo. Quería hablarles de mejoras salariales, de coaliciones sovietizantes y de ejércitos de operarios municipales recien contratados vagando sin rumbo por las calles como extras en un capítulo de “The Walking Dead”. Quería hablarles de comentarios censurados en Facebook por gente que se dice buena y honesta y amante de su pueblo hasta la extenuación y también del sufrimiento de todos esos buenos ciudadanos que el sábado por la noche no podrán pegar ojo pensando que, de no salir quienes les pusieron, su querida nómina es solo cuestión de semanas o de  días. De todo eso quería hablarles. Pero no va a poder ser. Me voy a quedar sin contarles lo de la permuta de la Rosaleda, lo del Club Náutico y lo de más allá. Me voy a quedar sin hablarles de los últimos artículos de La Verdad de Caspe y de lo mucho que admiro al cerebro que ha diseñado la política de comunicación del PP local.

Al final va a ser verdad que El Agitador no ha estado a la altura de lo que se esperaba de él en una cita como esta: profundidad en el análisis y elegancia en las formas, esa mezcla tan “british” de contundencia y distancia que tanto aprecian nuestros exquisitos lectores. Nuestros confidenciales han resultado demasiado zafios para una audiencia que lo que reclama son tesis doctorales. Qué le vamos a hacer. Lo peor es que ahora que podría remediar tanto desastre, voy y me quedo en blanco. Y todo por esa vaca que en unas horas estará girando y girando y girando sobre el fuego purificador. Y todo por esa vaca que en unas horas empezará a soltar sus jugos muy lentamente, muy suavemente, muy apetitosamente. Es triste que al final lo único que nos mueva sean los jugos. Es triste que, al final, una labor de gobierno tan extraordinaria (en positivo o en negativo, eso es cuestión de gustos) como la desempeñada por dos de las fuerzas políticas integrantes del extinto tripartito (hoy integradas en el PP) vaya a ser juzgada por el punto de la carne de esa vaca cuyo destino inmediato es dar miles y miles de vueltas antes de acabar disuelta en los jugos intestinales de la derecha caspolina. Pienso en la trayectoria pública de algunos de los miembros de la candidatura que mañana se lo va a jugar todo a una vaca. Años y años de idas y venidas, de pactos y riñas, de juicios y broncas. De un extremo del arco político al opuesto. De propiciar gobiernos con fuerzas políticas a denunciarlas. De querer derribar edificios a querer respetarlos. De querer mover edificios a querer dejarlos quietos. De decir una cosa a decir la contraria. Lo que ayer era bueno hoy es pésimo. Lo que ayer era demagogia hoy es mi mejor ocurrencia. Toda esa vida dedicada en cuerpo y alma a la conquista de la nada desfilará mañana como una película muda por los ojos chamuscados de esa vaca abnegada cuyas chuletas, cuartos traseros, entrecotes, solomillos, churrascos, bofes, chorizos y asados de tira podrán degustar todos los asistentes al cierre de campaña del PP por solo un eurillo.

En una de las escenas finales de la desquiciante película Apocalypse Now, varios súbditos del enloquecido Coronel Kurtz descuartizan una vaca a machetazos. Si no recuerdo mal, en una de las escenas precedentes, Martin Sheen ha asesinado a Kurtz, interpretado por un sudoroso, rasurado y crepuscular Marlon Brando. Kurtz fue un marine ejemplar que un día decidió cruzar la línea, abandonar a los suyos e internarse en la selva camboyana. Lejos de las leyes de los hombres, rodeado de sus fieles, Kurtz pudo, por fin, imponer las suyas propias. Pero al final no hay lugar en el mundo para hombres como Kurtz. Tanta intensidad agota y, un día u otro, los hombres como Kurtz deben decir adiós para que la rueda de la existencia pueda seguir girando. Yo creo que matar una vaca, para comérsela o por simple diversión, da un poco de mal fario. Diría que no es esa la mejor forma de cerrar una campaña. Hubiera sido mucho más sencillo, y económico, que Luisa Fernanda Rudi se hubiera acercado un día cualquiera a apoyar, como ha hecho en tantas otras ocasiones. Aunque les digo una cosa: si estuviera en Caspe mañana, me pasaba por el mitín del PP del tirón. Y lo que no pudiera comerme me lo llevaba en un tupper para casa. ¿Por un euro? Yo es que ni me lo pensaba.

Jesús Cirac

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