Serafín el Gallego: «he comprado 4 casas, 1 campo y una casica en el cementerio con 6 habitaciones»

Desafiando al reloj biológico, Serafín García el Gallego, zapatero de varias generaciones de caspolinos, sigue manteniendo la cabeza en plena forma. 

Debo reconocer que he quedado con él para entrevistarle no para El Agitador, sino para que me cuente, precisamente, detalles sobre el asunto que lo trajo a Caspe. En las tareas pendientes de la investigación que hace unos meses inicié -grosso modo- sobre los maquis en la zona, tenía pendiente entrevistarlo. Y es que Serafín es uno de los dos supervivientes del regimiento de infantería que llegó a Caspe en 1944, precisamente, por «culpa» de los guerrilleros antifascitas que, entonces, se dejaban ver por aquí. Lo curioso es que tanto él como sus compañeros, ni siquiera supieron que los traían aquí por ese motivo. 

Pero claro, esa fue solo una pequeñísima parte en la biografía de Serafín. Con todo lo demás que me va contando en la tertulia, acompañado de su hija Mari Carmen, nos sale una entrevista que creo interesante. Así que, sin haberlo pensado de antemano, Serafín García es entrevistado para El Agitador. 

Cuéntame de dónde vienes, Serafín.

Nací en septiembre de 1921 en Mondaritz (pueblo), que no es lo mismo que Mondaritz balneario. Fui quinto del 42. Después de la guerra, de la primera quinta que se incorporó. Estuve tres años en África, primero en Targuis y también enVilla Sanjurjo

Mari Carmen:

Mi padre lo pasó allí un poco mal. Era el pequeño, tres hermanas y él y lo trataban a cuerpo de rey. Claro, llegar a África, con lo mal que se comía en esos tiempos y allá lejos…pues fíjate cómo serían las cosas que el primer permiso que dieron, fue para mi padre, de lo mal que lo veían.

¿Cuántos permisos te dieron, Serafín?

Tres, uno por año.

Y de África os montan en un barco y hacia la Península. ¿Pensabas que te iban a licenciar?

Sí, la verdad. Montamos en el barco en Villa Sanjurjo y desembarcamos todo el regimiento en Tarragona, y como nos traían “cara casa”, yo pensaba que nos licenciaban ya.

Pero no fue así

No, nos bajamos del tren en Caspe. Sería a finales del 44 o principios del 45. Me acuerdo que era invierno, eso sí.

¿Y para qué?

Pues ni siquiera lo sabíamos. Pero luego nos enteramos que era por lo de los maquis. Ahora, yo como estaba rebajado, no hacía servicios y no patrullaba ni nada.

Cuéntame porqué

Pues porque yo era zapatero y estaba destinado a eso. Y mira que cuando preguntaron allá en África los oficios de cada uno, yo no lo dije. Pensaba que iban a ofrecerse muchos y…pero un compañero le dijo a un mando que yo era zapatero, y a eso me destinaron.

¿Ya eras zapatero antes del servicio militar?

Sí, empecé como aprendiz con doce años.

Es decir, que aquí, cuando llegaste  a Caspe, como militar, no viviste mal.

No, la cosa es que ni montaron zapatería ni nada, porque como se supone que nos iban a licenciar, pues no hacíamos casi nada. Y el comandante me tenía bien considerado; le hice un par de zapatos y se quedó muy contento. Un día, aquí en Caspe, nos mandaron a mí y a otros compañeros que cosían y demás, a limpiar y él que nos vio, dijo: “ustedes a la compañía”. Y nos libramos.

¿Cuando llegasteis aquí, os dieron algún tipo de explicación?

Nada. Nos distribuyeron por el pueblo. A mí me tocó en el Círculo Católico para dormir, en una colchoneta.

¿En el segundo piso?

Sí. Me acuerdo que había tantos chinches (en África piojos, pero aquí sufrimos los chinches) que a la hora de dormir hacíamos una barrera con agua para que no pasaran.

Bueno, y algo pasó aquí, echaste raíces…

El caso es que tenía novia en Galicia pero me enamoré de una chica de aquí. Ella también tenía novio, que estaba trabajando en la mina…y yo no paraba de fijarme en ella, pues era muy guapa.

¿Cómo os conocisteis?

En una zapatería que había en la calle Rosario.

Ja, ja, ja. Tú vida siempre ligada a los zapatos…

Pues sí.

Dos o tres mil hombres, jóvenes, era normal que surgieran relaciones con las chicas de Caspe, y de todos los que vinisteis se quedaron aquí unos cuantos…

Sí, así que me acuerde, Alfonso Ojea, Guerra, Mosquera, Enrique Sebio, Hermida, Moreno, el Maestro Armero, Busquier, que fue muy amigo mío…

¿Qué se decía entre vosotros de las chicas de Caspe?

Que eran muy guapas. Se celebraban bailes en patios de las casas particulares y allí estábamos con ellas.

Y, ¿qué te pareció Caspe? ¿Te gustó? ¿Algo te llamó la atención?

Me gustó mucho. Me acuerdo que los primeros días, al llegar, me llamó la atención el calzado que llevaban los hombres, las zapatillas miñoneras.

Tú llevarías zapatos, supongo

Sí, y gabardina, que aquí no se veían mucho.

Mari Carmen: aquella gabardina aún la tenemos en el campo, ¡No me deja tirarla!

Bueno, te hiciste novio de Dolores y…

Pues nos hicimos novios y comencé a trabajar en la zapatería de la calle Rosario, que era de un tal Benicio, de Fuentes de Ebro. Cuando me licencié, me fui a mi tierra, pero yo ya estaba decidido con volver aquí. Benicio quería que me pusiera a trabajar con él, pero a través de mi novia, le hice saber que volvía a Caspe pero que me iba a ser zapatero por mi cuenta. Y mira, que cuando llegué a Caspe, él ya se había marchado.

Mari Carmen: Benicio pensó que al llegar mi padre, el negocio le iba a bajar mucho, y por eso se marchó.

Y tú y Dolores, ¿Os casasteis pronto?

Sí, ya verás. Al principio me fui a vivir a la Fonda Agustina, en la Plaza de España, donde estuvo después Fogografía Ruiz….

Mari Carmen: ¡pero mi madre se quedó embarazada y se tuvieron que casar! Y como no llegaban los papeles desde Galicia, mi padre amenazó al cura, y le dijo “mire, si no hay papeles, nosotros nos vamos a ir a vivir juntos igual”, y qué casualidad, los papeles llegaron enseguida.

¿Y cómo se lo tomaron tus suegros, Serafín?

Regular

Mari Carmen: ¡Fatal! Al principio los mandó a comer a la escalera.

¿En serio?

Mari Carmen: que sí, eso lo cuenta siempre. Es que a mi abuelo le parecía muy bien el otro novio, que trabajaba en la mina y ganaba dineros. Les decía a mis padres ¡Rediós, zapatero! ¡Clavos comeréis! Pero luego se llevó muy bien con mi padre.

Serafin, ¿dónde tuviste la primera tienda?

En la calle Rosario, enfrente de los periódicos. Allí arreglaba zapatos y hacía también, a medida.

Y, ¿qué tal te fue el negocio?

Bien. Me cundió el dinero. No era de vicios, aunque después de comer, todos los días iba a echar la partida.

Mari Carmen: y bien que me acuerdo yo. Más de una vez, se hacían las cinco y mi padre no llegaba. Tenía que ir al bar a por las llaves, y él me decía ¡es que se ha liado la partida! De todos modos, mi padre no era de vicios. A mis padres le gustaba mucho el cine, eso sí.

¿Qué películas te gustaban, Serafín?

Las románticas.

¿No te gustaban “las de tiros?

No.

Mari Carmen: y aún ahora. A mi padre lo que le gusta es el chismorreo…se entretiene mucho con el Sálvame Deluxe y esos programas así.

¿Es verdad eso, Serfín?

Sí. Como se llama esa…Belen, Belen Esteban. Con lo que grita y eso, es con lo único que no me duermo (ríe)

Bueno, volvamos a la zapatería. De la calle Rosario te fuiste a otro local

Sí, la casera quería el patio para ella y me quiso echar. La cosa acabó en juicio pero nos arreglamos antes de empezarlo. Me pagó 5 mil duros de indemnización. Me fui a un local bajando al Goya, pero al poco nos enteramos de que vendían una casa en la calle Gumá y como tenía aquellas perras, pues…

¿Compraste la casa por 5 mil duros?

No, valía más, pero la acabé de pagar 6 meses después. Además me vinieron a avalar Ángel Vila y Francisco Dolader.

Te refieres a la casa donde ahora tiene la tienda Elena, que se casó con tu nieto Jorge.

Sí, esa misma casa.

Yo recuerdo de niño ir mucho por allí, incluso entrar dentro, al taller, donde estaba el padre de Jorge, y también me acuerdo de Serafín. Pero sobre todo, me acuerdo de ti, Mari Carmen, y de la paciencia que tenías, con cajas y cajas de zapatos que sacabas a alguna clienta bastante…exigente. ¿Quién tenía más paciencia de los dos, el padre o la hija?

Mari Carmen: me parece que yo tenía un pelín más que él. Y eso que mi padre tenía buen trato

(Mari Carmen, que era dependienta en una ferretería en la calle Fernando el Católico, la dejó porque el negocio de sus padres iba muy bien y la necesitaban. Ella regentó la zapatería desde el año 76 hasta que se jubiló, hace muy poquito. Ahora lleva el negocio su sobrina Elena, que sigue llamándose Calzados García, como siempre).

Volviendo al oficio, Serafín, en tus primeros tiempos solo vendías lo que tú mismo fabricabas. ¿Qué era lo que mejor salía?

Las albarcas. Pero con lo que más dinero gané fue después, con la venta de zapatos.

¿Podríamos decir que el negocio funcionó muy bien?

Pues sí, cogimos años muy buenos y se hicieron perras.

Mari Carmen: a mi padre le fue muy bien. Cogieron los años de la Enher…en fin, hicieron dinero.

Serafín: si quieres, ponlo ahí: he comprado 4 casas, un campo, y una casica en el cementerio con 6 habitaciones (ríe).

¿Y continuaste manteniendo la relación con Galicia?

Serafín: Sí, íbamos todos los años. Cerraba un mes la zapatería y nos íbamos.

Mari Carmen: me acuerdo de aquellos viajes de niña, tres días y dos noches en tren, en aquellos asientos de madera…

Y de aquellos viajes a Galicia surgió otra relación.

Mari Carmen: sí, mi hermana Laura se echó novio y se acabó casando con él. Mi cuñado, que ya falleció, el pobre.

Oye, Serafín. Me ha dicho un pajarito que también jugabas al fútbol.

De extremo izquierdo. Con Amadeo Puyo, Cañares…en el Club Deportivo Caspe. Nos íbamos a los pueblos en un camión que no tenía cubierta la parte de atrás.

Mari Carmen: ¡Y más de una vez los emprendieron a pedradas a la salida del pueblo vecino si ganaban!

Serafín: a mi mujer no le gustaba mucho el fútbol, más que nada porque le dejaba sola.

El fútbol, siempre el fútbol…

Bueno, pues aquí lo dejamos. Un placer haber charlado con vosotros.

Igualmente.

 

Serafín y su hija Mari Carmen se quedan en su piso tranquilamente, disfrutando de su jubilación. Se tienen bien merecido el descanso. Mari Carmen, 46 años como tendera…y Serafín desde 1933 con zapatos entre manos. Echen ustedes las cuentas.

Amadeo Barceló

Serafín García el Gallego

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